¿De dónde somos?

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Concepción del mundo

Históricamente los creyentes cristianos han lidiado con el aspecto de vivir en este mundo, pero sabiendo que no son de aquí y que sus vidas obedecen a principios de otro mundo. Esto ha llevado a un gran número de creyentes a apartarse de la sociedad por temor a enredarse con la misma. La razón es que entienden que el mundo es un lugar y no un sistema de pensamiento. Estos hermanos en la fe tomaron la decisión de apartarse de la sociedad por un genuino deseo de servir a Dios y mantenerse puros, pero esta decisión se basó en una concepción errónea e inefectiva para los propósitos del Reino.

Desde tiempos antiguos hubo grupos que lo hicieron así: los esenios, los fariseos, eremitas, ermitaños, monjes y cristianos actuales también. En la actualidad hay creyentes que no tienen una vida social más allá de las actividades de la iglesia. No hacen nada con nadie que no sea cristiano porque entienden que están contaminándose con el "mundo" y esto es un deseo genuino y bien intencionado. El problema que esta visión plantea es que entonces no hay forma de que semejante creyente pueda ser luz del mundo o sal de la tierra porque su lámpara está metida entre cuatro paredes. No puede dar a conocer la obra redentora de nuestro Señor porque no está en contacto con las personas en necesidad. Se refugian en la iglesia, pero se olvidan de un "mundo" que está todavía recibiendo los embates del maligno y del pecado.

Miremos el ejemplo mismo del Señor. Fue criticado porque se juntaba con pecadores. Fue invitado a una boda y no declinó la invitación diciendo que tenía que predicar, sanar gente, sacar demonios, etc. Asistió a comidas, hizo amigos en otras aldeas y ciudades, etc. Haber comenzado su ministerio terrenal no significó un suicidio social. Debe significar lo mismo para nosotros. Fíjense que el Señor Jesús no esperó a que la gente fuera a él, fue donde estaba la necesidad, rompió lo que era convencional para un profeta o siervo de Dios (se juntó y comió con pecadores, sanó en el día de reposo, dejó que sus discípulos "trabajaran" en ese día, caminó distancias que no se suponía).

Estamos llamados a proclamar un mensaje de otro mundo, sobrenatural, que cambia vidas, extraordinario, pero nunca lo oirán los necesitados, los perdidos (como nosotros en un tiempo) si lo proclamamos en un templo. Digamos y hagamos como dijo un noble hermano: el "mundo" es mi parroquia.

(Leer Juan 2:1-11)

A la orilla del lagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora