Muy sencillo

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Muy sencillo

Hablábamos de la respuesta que el Señor le dio al hombre a quien él había liberado de la legión de demonios. Le respondió que no podía irse con el Señor sino que debía quedarse en la región en donde vivía y contarles a los demás las grandes cosas que el Señor había hecho con él. ¿Cuál fue su respuesta? ¿Qué hizo?

"El hombre se fue, y en Decápolis comenzó a contar las grandes cosas que Jesús había hecho con él. Y todos se quedaban asombrados". (Marcos 5:20)

Hizo precisamente lo que el Maestro le dijo que hiciera. Una cosa era muy clara y era su entusiasmo. "Decápolis" significa "diez ciudades". Fue por toda esa región sin escatimar distancia ni esfuerzo. Cuando las personas lo escuchaban hablar "se quedaban asombrados". Solo una persona que hable con entusiasmo puede causar semejante impacto en los demás y recorrer tantos lugares.

Este hombre obedeció lo que el Señor espera de todo creyente: compartir con sus semejantes el mensaje de salvación del Señor. Si hay algo que aparentemente cuesta mucho a los creyentes de este tiempo es compartir su fe. Esto es así aún para creyentes entusiasmados con su relación con Dios y sinceramente comprometidos. ¿Por qué? Hay inseguridad. Creen que no están capacitados para hacerlo y que necesitarían estudiar algún curso de teología o algo parecido. Tener conocimiento amplio de la Biblia definitivamente es una ventaja en este aspecto, pero no podemos esperar conocer toda la Biblia para comenzar a compartir este mensaje de esperanza.

Este hombre de nuestra historia no tenía mayor conocimiento sobre Dios y su Hijo Jesucristo que el que la mayoría de las personas de hoy en día tienen (incluyendo a los que no son cristianos) y, sin embargo, fue capaz de impactar a toda una región. ¿Cómo? Sencillo. Estaba entusiasmado (ver reflexión de ayer) y simplemente se limitaba a decir la obra que Dios había hecho en él. La respuesta de las personas fue mucho más positiva de lo que él esperaba.

Tú sólo tienes que hacer lo mismo. Hay tantos de nuestros semejantes con una imperiosa necesidad de Dios en sus vidas de la misma forma que tú y yo, y que sólo esperan que alguien les brinde la ayuda que una vez nos fue también brindada. No tienes que haber ido a un seminario, ni necesitas un título, ni saberte toda la Biblia. Solamente asegúrate que tu vida y tu carácter sean una evidencia de lo que puede hacer Dios cuando nos rendimos a él sin reservas.

A la orilla del lagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora