Espigas

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Están todos parados a la entrada de un campo de trigo. Quieren entrar al pueblo que está delante y la forma más directa es atravesando ese campo. Lo están pensando porque el trigo ya esta alto y caminar a través de él es muy difícil. Es un poco mas de medio día. El sol está en su punto más alto, tienen sed, tienen mucha hambre y además cansados pues han venido caminando desde el otro pueblo. Finalmente, uno de los doce se lanza al campo y los demás le siguen. El Maestro se queda atrás, parado, observándolos y se puede ver un sonrisa en su rostro como queriendo decir: “pero cuánto duraron para decidirse”. Y así comienza a caminar tras ellos.

 Mientras caminan por el campo los discípulos comienzan a recoger espigas de trigo y a restregarlas con las manos para comerlas. Su hambre es colosal porque tras su paso el campo parece que ha sido cosechado por una maquina de las que todavía no se habían inventado. Al otro lado del campo se veía un grupo que los miraba con desagrado. Los discípulos no los notaron hasta que casi cruzaron, pero el Maestro siempre los notó. Siempre.

 “¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los días de reposo?”

 Fue la pregunta que les hicieron a los discípulos desde que estaban a poca distancia. Era sábado y los fariseos tenían muchas ordenanzas sobre los trabajos en sábado. De hecho, eran unos 39. En la ley de Moisés Dios había establecido que no trabajaran para ganar dinero, pero si podían recoger del fruto de la tierra para comer ese día. Los fariseos tomaron esta ordenanza y le añadieron detalle tras detalle ¡39 detalles, por el amor de Dios!

 Su intención era que esas reglas los acercarían a Dios, pero fue todo lo contrario. Esas reglas no les permitieron acercarse a Dios. Peor aun, su fijación con estas reglas no les dejaron darse cuenta que tenían al mismo Hijo de Dios en frente. Lo complicaron. Cuando hablamos de nuestro vida espiritual los seres humanos podemos hacer eso. Creemos que una relación con Dios es una lista interminable de reglas: no hagan esto, no hagan aquello, hagan esto así, etc. Vemos a Dios como un conjunto de ideas, un concepto y no como un ser, como nuestro creador con la intención de tener una relación personal con nosotros. No podemos reducir a Dios a un conjunto de normas, no se trata de vivir una vida de reglas, se trata de entregarle nuestra vida.

 (Lucas 6:1-5)

A la orilla del lagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora