Decisiones

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Decisiones

Hay aspectos de la vida que son inevitables, no importa lo que hagas, van a pasar o hay que hacerlas. Uno de esos aspectos son las decisiones. Desde que nos despertamos estamos tomando decisiones. Cuando abres tus ojos, en ese mismo instante, decides si te levantas inmediatamente o si te quedas un momento más disfrutando tu cama y un poco más de sueño también. Simplemente, es imposible no tomar una decisión porque aun si no haces nada durante todo tu día estás tomando una decisión.

Cuando las tomamos somos impulsados por nuestros intereses. Por ejemplo, si necesitas comprar unos zapatos y vas a una tienda, habrá muchos modelos para escoger. Dependiendo de lo que sea más importante para ti eso escogerás. Si la comodidad es tu prioridad, escogerás un modelo que te siente bien aunque no sea el más vistoso. Si la apariencia, por otro lado, es tu prioridad, escogerás un modelo que se vea bien aunque te abra un agujero negro en el pie. Si a esto le añades que además de gustarte a ti le guste a otras personas, el proceso podría tornarse casi imposible de concretarse.

 A muchas personas tomar una decisión se les hace tan difícil porque sus intereses no están definidos en su mente. Por esta razón, necesitan mucho tiempo para decidirse y la mayoría de las veces, inmediatamente se deciden, tienen dudas y luego cambian de parecer para luego cambiar de parecer otra vez. Y aun después de todo este proceso de deliberación se mantienen preguntándose si tomaron la decisión correcta o no.

 Uno de los componentes más importantes cuando estamos en el proceso de decidirnos sobre algo es saber qué perseguimos. Todos perseguimos algo, el asunto es que no todos sabemos lo que perseguimos. En el caso de algunos, no saben que persiguen más de un objetivo. ¿Qué dice el Señor Jesús sobre nosotros cuando nos encontramos en esta situación?:

Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.”(Mateo 6:24)

Es importante notar que El Señor no dice que es difícil servir a dos señores. Dice que no se puede. No es de extrañarnos que cuando tengamos que decidir sobre algo nos sintamos con tanto estrés y estemos llenos de dudas. Hay que decidir con quien triunfas y con quien fracasas. La persona que se define como seguidor de Jesús tiene que tener como propósito agradarle con sus decisiones. Si esto ocupa el primer lugar en nuestra lista de prioridades un larguísimo inventario de factores serían eliminados de nuestra mente a la hora de tomar una decisión. Agradar al Señor con nuestras decisiones en el día a día es nuestra meta, nos llenará de satisfacción y sustituirá la incertidumbre con la paz de Dios. 

A la orilla del lagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora