Capítulo 20

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Exprimido de naranja, tostadas, frutas en la otra punta de la mesa y una pava calentando agua. Comenzaba un nuevo día en el convento Santa Rosa y las monjitas desayunaban como si no existiese un mañana.

-¿Arrancaron sin mí? -dijo Beatríz que recién se asomaba a la cocina.

-Y sí, si dormís como una morsa -respondió Carmela.

Beatríz se sentó al lado de Clara.

-Uy, qué rico todo! -decía Bety- ¡Ay! Me olvidé mi collar -dijo refiriéndose al collar con la cruz que usaban todas las hermanas- creo que lo dejé en la sala de música... ¿No me lo podrás ir a buscar, Clari?

-Sí, dale, ¿en que parte está? -dijo Clara limpiándose la boca después de haberle dado un bocado a una tostada con manteca.

-En la parte del fondo, donde está el teclado viejo -respondió Beatríz.

Clara se dirigió a la sala de música, y al entrar, observó a su alrededor hasta que sus ojos se encontraron con algo especial. Jorge, la estaba esperando con una rosa en la mano.

-¿Qué hacés acá? -preguntó Clara al acercarsele con una sonrisa.

-Sabía que hoy tenías un día ocupado en el convento así que decidí venir -dijo Jorge extendiéndole el brazo para que Clara tomara la rosa.

-Es muy linda la flor, gracias -decía Clara sin dejar de mirarla.

-Beatríz es una genia, tomá esto -dijo Jorge al darle el collar de Bety.

-Aaaah, ahora entiendo -decía Clara- Beatríz es tu cómplice.

-Nuestra cómplice -le corrigió Jorge.

-Me hace acordar a la Turca que siempre nos hacía la segunda en todo -dijo Clara.

-Me sacaste las palabras de la boca -dijo Jorge riéndose.

-Che -decía Jorge- tenés algo ahí -dijo señalándole la boca.

-¿Sí? -Clara se pasó la mano por la boca- es que justo estaba desayunando. ¿Ya salió?

-No, sigue ahí -dijo Jorge acercándose.

-¿Ahí dónde? -decía Clara que estaba segura de haberse limpiado la boca antes de salir para la sala de música.

-Acá -dijo Jorge y se acercó para besarla. Definitivamente, el día arrancaba de la mejor manera. O eso creían.

Se escuchó un ruido. Alguien se aproximaba para abrir la puerta. Jorge se escondió detrás de una pared cuando la puerta se abrió. Era la hermana Maria.

-¿Tanto ibas a tardar en buscar un collar? Beatríz te mando a la sala de música, no a Alaska.

-Perdón -dijo Clara- es que... No lo encontraba. Pero ya está en mis manos. ¿Vamos?

-Sí, dale, va va va.

Una vez de regreso a la cocina, Clara volvió a sentarse en su lugar.

-¿Y? ¿Lo encontraste? -le preguntó Bety guiñándole un ojo.

-Sí, lo encontré -respondió Clara con una sonrisa. Se acercó un poco y pronunció un "gracias" en voz baja.

Estamos rodeados de gente hipócrita, de personas que nos quieren cambiar, que nos quieren adaptar a innumerables estereotipos. Pero siempre va a haber alguien que nos acepte tal cual somos. Y esas son las personas que merecen quedarse en nuestras vidas y que nunca les soltemos la mano.

Clara estaba sumamente agradecida con Beatríz por el gesto que estaba teniendo. Antes de que terminara el desayuno, Clara le tomó la mano a Bety por debajo de la mesa y se la apretó fuerte. Se estaba creando entre ellas un vínculo muy especial. Ustedes saben, uno de esos vínculos que se crean para demostrar que lo indestructible también forma parte de la realidad.

Antes de comenzar con los quehaceres del convento, el celular en vibrador le sacudió un poco hábito a Clara. Tenía un mensaje, era de Jorge.

Lo abrió y decía: "hermana clar ;no se preocupe que pude salir por la ventan. T quier."

Clara le sonrió a la pantalla del celular. "No se lleva muy bien con el teclado" pensó y lo guardó.

El hábito de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora