Capítulo 22

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Estaba nervioso. Pero no sabía por qué. Cómo si nunca antes hubiese visto a Clara. Cómo si nunca antes la hubiese visto en secreto.

Se había puesto un jean, una chomba blanca y unas zapatillas del mismo tono blanco que la chomba. No se quería hacer el pendejo, pero tenía franco y era una buena oportunidad para mostrarse natural, relajado y sin traje.

Acomodó un poco la casa, y justo cuando terminó de verificar que todo estuviese en orden, sonó el timbre.

Abrió. Era ella. Escondida detrás del hábito, pero era ella. Y sobre todo, era suya.

-Adelante señorita -dijo Jorge haciéndola pasar. -Ponete cómoda.

Se sentó en la mesa de la cocina y mientras Jorge hacía café, Clara se sacó la cofia. Cuando él se dio vuelta para servir la bebida, se quedó paralizado.

Dicen por ahí, que cuando vemos a esa persona tan especial en su forma más natural, nuestro cerebro lentifica el funcionamiento de todo lo que somos, y nos detenemos. Apretamos stop. Porque necesitamos contemplar. Porque hay bellezas que nos dejan inmóviles.

-¿Te pasa algo? -le preguntó Clara.

-Es que el cabello suelto y ondeado te queda tan... -decía Jorge.

-¿Tan...?

-Tan... No sé. Tan mujer. -Jorge dejó las tazas de café en la mesa. Se paró frente a ella, se agachó un poco y tomó el rostro de Clara con sus manos. Las frentes se chocaron con suavidad y cerrando los ojos se quedaron unos segundos donde predominaban sus respiraciones.

Una ráfaga de memoria remontó a Jorge al pasado.

-Siempre vas a ser la chica más linda de la división -le dijo Jorge.

-Yo no era la más linda, la más linda era Miriam.

-Vos lo eras -dijo Jorge soltando una sonrisa y la besó.

-Y no sé, vos... Te la chapaste ahí en el cumpleaños de la Turca, ¿O te olvidas?

-Yo no salía con vos todavía y estaba borracho, ¿O te olvidas?

-No, de eso no me olvido. Pero de que le diste a Miriam tampoco -dijo Clara.

-¿Qué pasa Anselmo? ¿Quedaste resentida? -dijo Jorge, y le empezó a hacer cosquillas- ¿Eh? ¿Estás celosa?

Ante los desesperados pedidos de Clara, Jorge dejó de hacerle cosquillas y se sentó.

-Bueno basta -decía Clara toda colorada- dejemos este tema mejor.

Ambos se rieron. Recordar sin rencor, esa es la clave.

-Jorge, vos... -dijo Clara un tanto tímida- ¿Podrías hacer algo por mí?

-Por usted cualquier cosa -dijo Jorge con su mejor cara de enamorado.

-Dale Jorge, te estoy hablando en serio...

-¡Y yo también hablo en serio!

Clara suspiró y se le dibujó una media sonrisa.

-Bueno -dijo- quería preguntarte si vos sabías cómo localizar a una persona... Digo, al ser policía tal vez sabés o tenés algún contacto que te de una mano.

-Puedo hacerlo -respondió Jorge- pero necesito algunos datos determinados. Un nombre, un lugar, un vínculo... Las investigaciones no se llevan a cabo así no más.

-Sí, creo que puedo aportarte algunos datos.

-Ay no -comenzaba a decir Jorge un tanto preocupado- no me digas... No te la puedo creer.

-¿Qué te pasa Jorge?

-No, no, no. No puede estar pasando esto. Pero ¿Cómo no me la vi venir? -dijo llevándose las manos a la cabeza- No me digas que además de monja trabajas para el servicio de inteligencia, lo único que me faltaba.

-¡Ay Jorge, dejá de mirar CSI che!

Se reían, eran muy tontos. Bueno, como lo suelen ser todos los enamorados.

-El tema es el siguiente -explicó Clara- estuve pensando en que Beatríz se está portando de una manera muy genial con nosotros y nuestros asuntos, y me gustaría hacer algo por ella.

-¿Y para eso necesitas investigar a alguien?

-No es investigar, es sólo ubicarlo y contactarlo. Se trata del amor de la vida de Bety. Su historia quedó inconclusa, como la nuestra. Nosotros nos encargamos de juntarlos y que la vida haga lo suyo.

-Está buena la idea, me gusta. Pero... ¿Qué datos podés aportar? -preguntó Jorge mientras encendía su notebook.

-Bueno, le dicen Tambor. Y es del mismo pueblo que Beatríz, el pueblito de Villanueva.

-Perfecto, cuando tenga algo de información te lo aviso.

-¡Gracias! -le dijo Clara y le dio un beso en la mejilla al levantarse. -Me tengo que volver al convento, pero nos hablamos.

-Para, para, para -dijo Jorge tomándole las manos. -Ahora necesito que vos hagas algo por mí.

-Ay Correa, que interesado que sos. ¿Qué querés?

-Y... Como querer quiero muchas cosas. Quiero volver el tiempo atrás, quiero una vida con vos, quiero quererte sin trabas. Pero en este momento, sólo quiero un beso. Pero no cualquiera. Quiero uno de esos besos que te sanan un poco el alma, que te cala hasta los huesos y que te convencen, cada vez más, de que el amor es hoy, es mañana, sos vos, somos nosotros.

Clara se colgó de su cuello cual adolescente en la parada del colectivo con su novio. Y lo besó. Y le sanó el alma. Y le caló los huesos. Y lo convenció de que el amor es hoy. Y es mañana. Y era él. Y eran ellos. Y tomó su cofia. Y se fue.

El hábito de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora