Capítulo 13

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El beso continuó sin apuros hasta que Clara chocó su frente con la de Jorge.

-Necesito que me devuelvas mi cofia -dijo con los ojos cerrados sin apartar su frente de la de Jorge.

-Yo necesito que no te vayas -dijo Jorge casi en un susurro.

-Te tenés que olvidar de esto que acaba de pasar -dijo Clara apartándose.

-Seguro, porque es muy fácil, no? Ahora te vas por la puerta y hago como si nada hubiese pasado -Comenzaba a decir Jorge un poco fastidioso.

-Es que yo no puedo estar con vos. ¿Ves esto? -decía Clara levantando la cofia del sofá- Representa mi compromiso con Dios. Repito, no puedo estar con vos.

-No podés pero querés. Y quisieras no sentir lo que sentís por mí para no tener dramas con lo que podés y no podés hacer. Pero bienvenida a la realidad Clara, cuando el corazón llama, llama.

Y de tanto llamar, a Clara le sonó el celular.

-Hola? Sí, sí, estoy bien... No madre, no me pasó nada, ahora voy para el convento y le cuento -dijo Clara, y colgó.

-Te llevo hasta el convento, vamos -decía Jorge mientras agarraba las llaves del auto.

-No, en serio, va a ser peor. Gracias igual.

Se miraron, como queriendo decirse algo, ahogándose en todo y terminando en nada.

Clara le dio un beso en la mejilla a modo de despedida, y se marchó.

Al llegar al convento, se cruzó con Beatríz quien estaba bastante intrigada por la ausencia de la hermana Clara durante el día.

-En qué andarás Clarita... -decía Beatríz.

-Ay Beatríz, ¿qué estás diciendo? Es una larga historia y no es de tu incumbencia. Sé perfectamente lo que hago y lo que no.

-Bueno che, que sé yo... Capaz me querías contar algo.

-No, la verdad no -decía Clara en un tono histérico- mejor me voy al despacho de Concepción que debe estar preocupada, permiso.

Al entrar en el despacho, la madre superiora la estaba esperando de brazos cruzados en su escritorio.

-A ver, contame qué pasó. Pero sólo quiero la verdad Clara -decía Concepción en un tono suave. Clara era una de sus hermanas preferidas y soñaba con dejarle el mando del convento.

-Bueno madre, fui a hacer los mandados y me senté en el banco de una plaza a descansar un poco. Apareció Jorge y como me quería ayudar a llevar las bolsas y yo me negaba, me caí con todo mi cuerpo sobre mi pie. Me llevó hasta su casa y me atendió, por eso ya estoy bien.

-O sea que -decía la madre superiora mirando hacía arriba como reflexionando- estamos hablando de una religiosa que estuvo a solas en la casa de un hombre que, vaya detalle, es su ex novio.

-Madre, ¿usted está dudando de mí?

-Siempre y cuando vos no dudes de vos misma, yo no tengo por qué hacerlo Clarita. Sólo pienso que ese hombre te hace mal. Pero a la vez pienso, que está bien. Por ahí está bueno que tengas un pequeño acercamiento para que le cuentes la verdad sobre Julia. Tiene derecho a saber que tiene una hija.

-No me presione, por favor se lo pido. Yo creo que Jorge no se tiene que enterar, al menos no por ahora.

-Está bien, son decisiones tuyas. Sólo creo que no vas a poder sostener esto mucho tiempo más.

Después de una profunda charla sobre el pasado con la madre superiora, Clara se fue a su cuarto. Se sentó en su cama, tomó su caja de recuerdos y comenzó a mirar sus fotos. Era inevitable pensar en cómo serían las cosas si nunca hubiese entregado a Julia, si hubiese hablado con Jorge. Tal vez hoy serían una familia. Y además se preguntaba qué sería de la vida de Julia.

Y por supuesto, no paraba de pensar en el beso que se había dado con Jorge, y en que el amor tapaba la culpa.

El hábito de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora