Capítulo 23

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La observaba. La veía acostada, con los ojos cerrados. Se sentó a su lado, le tomó la mano. Una mano pequeña, blanca, que seguramente había dibujado muchas rayuelas en el patio de una casa que no era la suya y que había acariciado el rostro de una madre que tampoco era la suya.

Julia volaba de fiebre, pero Clara estaba ahí.

-¿Cómo te sentís mi amor? -le preguntó Clara tocándole la frente.

-Mal, muy mal -respondió su hija.

-Voy a buscar algo para bajarte la temperatura.

-No mamá, no te vayas -dijo Julia apretándole la mano. -No me dejes otra vez.

-Nunca te voy a dejar, nunca... Nunca...

Clara repetía la palabra "nunca" y de alguna manera cuando abrió los ojos seguía repitiendo esa palabra. Últimamente soñaba mucho con su hija y siempre la escena se montaba en una situación de abandono. Los sueños son un reflejo de nuestros deseos, nuestros miedos y también de nuestras frustraciones. Estos sueños eran el reflejo de un pasado que no se permite ser soltado.

Suspiró, se frotó las manos mientras miraba el techo en plena oscuridad y miró el reloj. 3.30 am.

Salió de la cama y tomó rumbo hacia la cocina para hacerse un té. Pero se detuvo en el patio.

Beatríz, estaba parada al lado del aljibe, mirando el cielo. O quizá, estaba haciendo algo más complejo que mirar el cielo. Tal vez estaba buscando, en algún rincón de la noche, algo que la terminara de completar. Porque, no sé bien la razón, pero siempre estamos en la búsqueda de algo, porque continuamente sentimos que algo nos falta. Capaz nos sobran cosas, pero si de algo estoy convencida, es de que el ser humano está dotado de una capacidad inigualable para sentirse solo.

Clara tenía una leve sospecha de que se trataba acerca de Tambor.

-¿Lo extrañas? -le preguntó al acercarse a Bety.

-Cómo se nota que vos pasaste por lo mismo, sabés exactamente lo que me pasa y cómo me siento.

Es verdad. Los corazones rotos se entienden bien entre sí.

-Igual -decía Bety- no es sólo lo de Tambor lo que me tiene así. Es todo. A veces me pongo a pensar y no logro entender cómo sigo en un convento con todos los sueños que tenía.

-¿Y sentís que ya es tarde para cumplirlos? -le preguntó Clara.

-Siento que ya es tarde para todo. Siento que uno deja pasar el tiempo, esperando a que las cosas lleguen, y lo único que llega es decepción de uno mismo por no haber estado más despierto.

-Y, eso es cierto -decía Clara- los sueños requieren de que uno esté despierto. Será cuestión de que la próxima vez que quieras soñar te asegures de tener los ojos abiertos.

-Mira que filósofa te pone la noche Clarita eh... -le dijo Beatríz.

-Creo que es la consecuencia de haber pasado tantas noches como la que estas pasando vos ahora -le respondió Clara. -Igual -continuó- yo también estoy en una de esas noches donde siento que mi vida está varada.

-Imagino que lo decís por tu hija, porque a Jorge ya lo tenés.

-Sí, por mi hija. Acabo de soñar con ella. Hay veces que me sobrepasan las ganas de salir a buscarla, pero me imagino el odio que debe sentir por haberla abandonado. No le puedo caer así de la nada, no es la manera.

-¿Y cuál es la manera para vos? -le preguntó Beatríz.

-No sé, creo que no hay una manera. Por eso confío en que la vida nos va a juntar de nuevo alguna vez.

-Ojalá así sea -decía Beatríz- me pondría muy contenta saber que una persona tan llena de luz como vos es feliz.

Clara la abrazó y le dio un beso en la cabeza.

-Me voy a dormir mejor porque mañana tenemos muchas cosas para hacer -decía Clara- y no te preocupes por Tambor. Todo llega -y pudo ver cómo a Beatríz se le llenaban los ojos de lágrimas.

-Clari... ¿Vos crees que todo lo que es para nosotros, la vida nos lo devuelve en algún momento?

A Clara le sonó el celular. Era un mensaje de Jorge, el cual leyó rápidamente. Decía "Tengo novedades de Tambor, mañana paso por el convento."

-Sí, yo creo que sí -dijo Clara con una sonrisa, respondiendo a la pregunta de Beatríz, y se fue a su cuarto.

El hábito de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora