Capítulo 32

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Era media mañana y Clara abría los ojos. Había dormido como nunca, definitivamente ese colchón era el mejor colchón en la historia de los colchones.

Salió de la cama, se puso la bata y se quiso atar el pelo pero no encontraba su colita.

-¡Beatríz! -gritó Clara desde su habitación- ¿No viste mi gomita de pelo?

Nadie contestaba, así que Clara se tomó la molestia de ir hasta el cuarto de su compañera.

-Beat... -no pudo terminar de decir el nombre.

Al entrar a la habitación de Beatríz, Clara se paralizó de la sorpresa al ver que no estaba. Y no sólo eso: sobre la cama, había dejado el hábito abierto, con la camisa, la cofia, el collar y hasta los zapatos. ¿Qué era todo esto?

Debajo del collar había una carta. Era la letra de su amiga. La tomó, y se paró frente a la ventana del cuatro para comenzar a leerla.

Clara:
Te escribo esta carta a modo de despedida. Cuando anoche te fuiste a dormir, no me podía dormir porque había algo que me inquietaba demasiado. Y era el hecho de no saber qué estaba haciendo con mi vida.
Llamé a Tambor y le pedí que me viniera a buscar. Armé el bolso rápidamente y cuando llegó, salí en silencio por la puerta de atrás. No quería despertarte. Primero, porque que te pone de mal humor que no te dejen dormir, y segundo, porque soy pésima para las despedidas y esas cosas. Bueno, como todos. Es tan tremenda esa sensación que nos invade cuando algo se termina, que no sabemos qué hacer o qué decir. Creo que nos volvemos vulnerables ante los finales, porque no sabemos cómo van a seguir las cosas de ahí en más. Pero esta madrugada de Abril, me decido por elegirme a mi misma. Por dejar los hábitos, en el sentido más literal de todos.
Uno puede hacer muchas cosas por los demás, sobre todo cuando sos una religiosa y le dedicas la vida al prójimo. Pero llega un punto en el que hay que hacer algo por uno mismo. Y esa es, creo yo, la mejor decisión que podemos tomar.
Ojalá algún día vos también te animes a dejarlo todo para ganarlo todo. Por el momento, respeto que sigas portando ese hábito aunque la vocación no la portes más. Respeto que te sigas escondiendo de tus sentimientos con ese atuendo. Respeto que limites tus actos por el qué dirán. Pero dejame darte un consejo: no te prives de ser feliz. Yo, por mi parte, ya no puedo seguir con algo que no me llena el alma. Seguimos en contacto.
Esta madrugada, opto por amar.

Te quiero.
Bety.

Tomó el teléfono y marcó el número de Jorge.

-¿Hola? -respondió Jorge del otro lado.

-Hola Jorge, no sabés lo que pasó... -decía Clara

-Ya me contó todo Tambor. ¿Increíble, no?

-Sí, totalmente. Pensar que básicamente somos los culpables y cómplices de todo esto -dijo Clara mientras observaba el paisaje a través de la ventana.

-Bueno, un pecado más para tu lista. Qué mal te venís portando Anselmo, eh. Primero salís con un subcomisario, después provocas que otra religiosa se fugue con el amor de su vida...

-Ay basta Jorge -dijo Clara riéndose.

-Escuchame una cosa, qué hermosa estabas anoche -dijo Jorge con voz de seductor.

-Era ropa que encontramos en esta misma casa, hay de todo acá.

-No sabés cómo me gustaría estar con vos en este mismo momento -dijo Jorge lamentándose.

-Bueno, cuando quieras podés venir, total no hay nadie acá -respondió Clara.

-Es una propuesta muy tentadora -dijo Jorge- pero estoy en plena investigación, me estoy dedicando de lleno a esto. Es un caso muy interesante que después con tiempo te voy a contar.

-Bueno, te dejo entonces así seguís trabajando -dijo Clara.

-Dale bonita, y ya sabés, si me extrañas lee la carta que te di.

Cortaron y Clara seguía mirando por la ventana. Estaba impactada. Se sentía un poco triste porque sabía que ya no tendría cerca a alguien en quien confiar en el convento. Pero a la vez estaba orgullosa de Beatríz.

Es que esas personas que se la juegan por lo que quieren, son dignas de ser admiradas. Y son las más propensas a encontrar la verdadera felicidad.

El hábito de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora