Capítulo 39

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Al día siguiente Clara caminaba por los pasillos del convento pensando en todo lo que la madre superiora le había encomendado. Pero su concentración se vio interrumpida cuando le sonó el celular. Era la Turca.

-Turca, ¿qué hacés? -dijo la monja al atender.

-Escuchame, estoy en el Bar de ayer y a qué no sabés quién está -contestaba la Turca en voz baja.

-¿Freddie Mercury que volvió del más allá para cantarnos algún tema cuya letra seguramente ya no recuerdo? -dijo Clara.

-No, tonta. Ojalá. De ser así ni siquiera perdería tiempo en llamarte -decía la Turca- está Fideo con la misma mina de ayer. Y la mina tiene el mismo jean y los mismos zapatos que ayer. Este Fideo se mete con cualquier cachibache también...

-Mira Turca -decía Clara resignada- por mí que haga lo que quiera.

-Ahora el señor se levantó y se está yendo...

-¿Y no te saludó? -preguntó Clara.

-No, esto es una súper misión secreta -respondió la Turca- estoy con lentes de sol y me tapé la cara con el menú.

-¿Lentes de sol? Pero si está horrible el día...

-Puedo venir de un velorio tranquilamente -decía la Turca.

-Ay Dios... Ya está, está bien -decía Clara- te agradezco por la buena onda pero no lo sigas más. Es al divino botón.

-Ustedes van a volver -decía la Turca. Las amigas se despidieron y cortaron la comunicación.

Clara guardó el celular en el bolsillo del hábito. Vio que el piso del patio estaba algo sucio así que tomó una escoba y se puso a barrer. Yo a veces creo que deberíamos intentar adoptar el hábito de barrer continuamente. Y no es que sea una partidaria de la limpieza, no, todo lo contrario. Me refiero a que, todo aquello que nos molesta, nos duele y no nos permita ser, hay que empezar a barrerlo. Empezar de a poquito hasta que se vuelva una costumbre.

Sonó el timbre. Y visto y considerando que las monjas seguían en sus actividades, Clara fue a abrir la puerta.

-Hola Clara -dijo Jorge.

-Hola -dijo Clara cortante al hacerlo pasar.

-Tengo que esperar a Pedro, lo espero acá sentado en este banco, sabés? -dijo el subcomisario.

-Hacé lo que quieras -dijo Clara sin mirarlo y tomó la escoba nuevamente.

Jorge sacó una chequera de su portafolio y observó un cheque detenidamente.

-¿Vos por casualidad sabés llenar un cheque? -preguntó Jorge.

-¿Por qué no le preguntás a tu amiguita del Bar si sabe? -dijo Clara estallando en celos. Soltó la escoba y comenzó a caminar hacia el aljibe del patio.

-Clara... Clara... -decía Jorge siguiéndola- ¿Por qué te pones así? -la monja no respondía ni se volteaba a mirarlo. Hasta que Jorge aceleró el paso y la tomó del brazo. -¿Qué te pasa?

-¿A vos qué te pasa? ¿No querés hacer tu vida?

-Sí que quiero -decía Jorge- pero la quiero hacer con vos. La chica del bar es una colega de hace muchísimos años. Es casada, tiene una familia hermosa. No pienses cualquier cosa.

-Es que no te entiendo Jorge. Un día me odias, otro día me esquivas, otro día me preguntas si sé llenar un cheque... -decía la monja más tranquila- ¿Además que pasó con todo ese resentimiento?

-Estoy más calmo ahora. Estuve hablando con Julia en estos días, y si ella no está enojada, ¿por qué tengo que estarlo yo? -dijo Jorge poniéndose una mano en el bolsillo- obvio que me duele que las cosas no hayan sido de otra manera, pero ahora sí las podemos cambiar.

-¿Entonces podemos estar juntos? -preguntó la monja.

-Eso sólo vos lo sabés -respondió Jorge.

-No entiendo...

-Mira Clara, yo no quiero más vueltas -dijo con firmeza el subcomisario- para que nosotros estemos juntos, vos tenés que hacerte un favor a vos misma. Renunciá a todo lo que no sos.

-¿De qué estás hablando Jorge? -preguntó la monja con temor. Sabía perfectamente a qué se refería.

-Te la voy a hacer corta, Clara -dijo Jorge acercándose, penetrando en la mirada frágil de la religiosa- soy yo, o ese hábito que llevas puesto.

Pedro se acercó hasta donde estaban ellos dos y los saludó. Notó que Clara estaba algo pálida y le preguntó si todo estaba bien. La monja asintió levemente para disimular su estado de shock. Los muchachos saludaron y se fueron, dejándola sola con mil miedos disfrazados de preguntas rondando su cabeza.

El hábito de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora