Capítulo 6

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Hábito, cofia, zapatos negros. Biblia y rosario en mano.

Aprovechando que nadie estaba en la capilla, Clara se arrodilló en el primer banco de la fila de la izquierda, y frente a la escultura de cristo colgado en la cruz, cerró sus ojos y dejó caer una lágrima. ¿Cuántas veces una religiosa debe pedir perdón por tener sentimientos hacia un hombre? ¿Acaso se tiene que pedir perdón por amar a alguien? Es una verdadera lástima que un sentimiento tan lindo como lo es el amor nos provoque dolor en muchas oportunidades.

-A veces me pregunto si Dios no se cansa de que le pidamos tantas cosas continuamente-. Ante esta voz, Clara abrió los ojos y giró su cabeza. Arrodillado, a su lado, se encontraba Jorge contemplando a Cristo en la cruz.

-Jorge... -decía Clara- ¿Qué haces acá?

-Vine a buscar un poco de paz-. Respondió el comisario.

-Qué raro, no sabía que eras creyente... -se produjo un silencio que se vio interrumpido por la voz de Clara. -Así que... ¿Viniste a buscar paz en Dios?

Jorge la miró fijo a los ojos. -Vine a buscar paz en vos-. Respondió.

Clara respiró hondo. Estos comentarios no la ayudaban a reafirmar su vocación.

-No quiero ser descortés con vos -decía Clara- así que, voy a cerrar los ojos, voy a contar hasta diez y cuando los abra, no quiero que estés frente a mis ojos-. Dijo con total seriedad.

-Pero Clara yo... -Y Clara lo interrumpió.

-UNO-. Dijo Clara al cerrar los ojos. Y siguió. -Dos... Tres...- mientras contaba, sentía como los pasos se alejaban. -Ocho... Nueve... Diez.

Abrió los ojos. Él no estaba. Tenía un poco de desilusión, pero también entendía que era lo mejor. Entonces, se levantó, se dio vuelta para salir de los bancos y se volvió a encontrar con la figura del comisario.

-Me dijiste que no querías que esté frente a tus ojos, pero no me dijiste que no podía seguirte los pasos desde atrás-. Dijo Jorge.

-¿Vos me estás tomando el pelo? -preguntó Clara enfurecida. Acercó su rostro al de Jorge para asegurarse de que él notara con claridad su enojo. -No quiero que estés cerca mío. NO QUIERO JORGE.

Ante estas palabras, Jorge la tomó por lo hombros procurando que sus rostros estuvieran mas cerca, al punto que sus frentes estuvieran semipegadas. Clara lo seguía mirando con enojo. -Yo sí quiero estar cerca tuyo. Todo el tiempo quiero estar cerca tuyo, ese es el problema-. Dijo Jorge.

-¿Pero vos qué pretendes? -dijo Clara separándose de Jorge- ¿Que yo deje mi vocación por vos?

-No sería una mala idea-. Respondió Jorge. Clara suspiró un tanto harta de la situación. -Mira Clara -proseguía Jorge- Si vos te arriesgas a estar conmigo yo te prometo que..

-BASTA! -Gritó Clara llena de bronca permitiendo que las lágrimas le brotaran desde lo más profundo de su alma. Lágrimas habían salido muchas de ella, pero esas se las tenía guardadas hacía un largo tiempo. -NUNCA MÁS ME PROMETAS NADA! UN DÍA ME PROMETISTE QUE IBAS A ESTAR CONMIGO PARA SIEMPRE Y PASARON VEINTE AÑOS-. Le golpeó el pecho a modo de empujón. -Veinte años, Jorge-. Dijo en un tono más calmo pero sin dejar de llorar.

Sin decir una palabra más, Clara se pegó media vuelta y se fue. Jorge tuvo intenciones de frenarla, pero entendió que no era un buena idea por el estado de ánimo que presentaba. Lo que Jorge no entendía (y muchas personas tampoco lo hacen), es que hay que ser precavido con lo que se promete y con las promesas que se aceptan. Porque las promesas se rompen. Y junto con ellas, nos rompemos nosotros.

El hábito de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora