Capítulo 38

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-No puedo creer que me hayas convencido de venir a este lugar -dijo Clara sentándose en una de las mesas del bar.

-Uy dale Clara -decía la Turca arrimándose a la mesa- ni que fuera un paradero de narcos, además escuchá... Escuchá el tema que están pasando. ¿Te recuerda a algo?

-A alguien -respondió Clara con la mirada perdida.

-Veo que andamos bien de la memoria... ¿No lo viste más a fideo?

Clara suspiró, llamó al mozo con la mano y le pidió dos cervezas. Definitivamente, la historia era complicada.

-Nos volvimos a encontrar después de más de veinte años en una situación un tanto bizarra. Me secuestraron para poder robar una plata que le pertenece al convento y apareció él cual héroe y me rescató, digamos.

-Como siempre digo -decía la Turca- siempre hay alguien que nos salva.

-Sí, bueno -dijo Clara ladeando la cabeza e intentando continuar- después anotó al hijo en el colegio, se divorció y tuvimos una especie de historia en secreto.

La Turca se quedó inmóvil, paralizada.

-¿Y así me lo decís? ¿Sin anestesia?

Llegaron las dos cervezas y tras un trago largo por parte de ambas, Clara prosiguió.

-¿Te parece mucho de golpe? -preguntó la monja- mira que hay más para contar eh.

-Largalo amiga, que esto suplanta la novela de la tarde.

-Hace unos días nos dejamos de hablar con Jorge. Es que yo le mentí.

-No me jodas... -decía la Turca- vos siempre tendiste a jugar a dos puntas Clara, igual.

-No... -dijo Clara y suspiró- eso no. Hace veinte años yo tuve una hija. Bueno, tuvimos, pero él se enteró hace unos días en una investigación. A la nena se la di a una amiga de la madre superiora, porque yo no tenía nada para darle. Y me hice monja, y acá estoy.

-Mamá... qué historia flaca. ¿Y a la nena nunca más la viste? -dijo la Turca acabándose el vaso de cerveza.

-Sí, hace unos días. Vino sin rencor, sin resentimiento. Entendió mi postura a la perfección. ¡No sabés qué bonita que es! Tiene los ojos de mi papá.

-Uh, que garrón. Si hubiese salido con tus ojos o con los de Jorge hubiese sido una bomba seguro.

Clara apartó el vaso de cerveza, no quería más. Es que hablar de las cosas que más encrustadas tenemos en el pecho nos quita hasta el apetito.

-¿Y vos? -preguntó Clara- ¿Qué hacés por acá?

-Ya te hice una síntesis en el despacho del convento. Algunos amores por el extranjero y después de tanto ensayo y error me volví a mi querido Buenos Aires. Llegué ayer y estoy alquilando un departamento a unas cinco cuadras, así que vamos a estar cerquita -dijo la Turca y sonrió.

-Es bueno tenerte cerca amiga -dijo Clara y le tomó la mano.

-Con respecto a Jorge -continuó la Turca- yo creo que tienen que estar juntos. Entendelo, está dolido, pero yo sé que te ama.

Clara miró hacia la puerta y vio entrar al subcomisario.

-Hablando de Roma... -dijo Clara en voz baja.

-¿Turca? -dijo Jorge cuando se acercó a la mesa- ¿Sos vos flaquita?

-Ya no sé si tan flaquita, pero sí, soy yo -la Turca se paró y lo abrazó- ¡Fideiiiin!

-¡¿Qué hacés tanto tiempo?! -preguntó Jorge.

Clara tosió una, dos... Tres veces. Jorge no la había saludado, era como si no hubiese notado su presencia.

-Ah, hola Clara.

-Hol...

-Y contame che -dijo Jorge sin dejar se terminar de hablar a Clara- ¿Cómo va tu vida?

Los dos hablaron por unos minutos y Clara miraba por la ventana. Creanme, conozco varias cosas que tienen un efecto fatal en nosotros, pero ninguna como el hecho de que la persona que más nos importa haga de cuenta que no le importamos.

-Bueno, las dejo que me están esperando -dijo Jorge.

-Dale Fide, nos vemos -dijo la Turca.

-Chau Jorg... -dijo Clara. Pero el subcomisario se fue sin que la monja pudiera terminar la frase.

-Dios mío -dijo la Turca- como le pasaron los años a este muchacho...

-Se mantiene bien igual - dijo Clara y se volteó a mirarlo. Para su sorpresa, ese muchacho que según ella se mantenía bien, se había sentado en otra mesa con una señorita. Se quedó observando la escena y cómo se saludaban con tanta simpatía.

-Me parece que vas a tener que activar Claruchi -dijo la Turca acercándose a su amiga para hablarle casi al oído.

-Vámonos Turca, ya fue -dijo la monja tomando sus cosas.

-¿Qué fue? -preguntó la Turca parándose también.

-Todo fue.

El hábito de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora