Capítulo 4 (Parte dos)

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Una vez que Clara fue dada de alta, regresó al convento para continuar con su vida normal. Vida monótona y rutinaria que se vería interrumpida nuevamente por la presencia de Jorge.

Estaba yendo a buscar un florero con el ramo de flores en la mano. Luego se encargaría de buscar un lugar adecuado para el mismo. En el trayecto hacia la cocina, una voz que la llamaba la detuvo. Para su sorpresa, era el comisario.

—Veo que te gustaron mis flores —dijo Jorge cruzándose de brazos.

—Sí, son muy lindas, les estaba por poner agua —contestó Clara sonriente.

En eso, una mujer de piernas largas, cabello castaño y ondulado, se plantó al lado de Jorge. No cabía duda, se trataba de Alicia.

—Amor, ya recorrí las instalaciones. No es TAN grande como el otro colegio pero yo creo que a Pedro le va a gustar —dijo Alicia.

—Mi vida —proseguía Jorge— ella es la hermana Clara y es de acá, del convento Santa Rosa.

—Un gusto hermana Clara, mi nombre es Alicia, mujer y señora del comisario Correa aquí presente. Vinimos a inscribir a nuestro hijo justam... ¡Ay pero qué lindas flores!

—Sí. ¡Son preciosas! —dijo Clara con una sonrisa irónica— lástima que están un poco marchitas—. Mirando fijamente a Jorge, abrió el tacho de basura que estaba a su lado y tiró el ramo entero.

Lo que es la vida cuando hay que hacer justicia, no? Hasta te pone un tacho de basura a tu lado para tirar las flores que te regaló tu ex, a modo de activar un nivel de histeria importante.

—Gordo, ¿te encargas vos de terminar con la inscripción? Te espero en el auto porque estos zapatos son divinos pero me están matando—. Ante esto, una pizca de celos provocó que una ceja de Clara se arqueara.

—Hermana, ¿me conduciría, si es tan amable, hacía el despacho de la madre superiora así termino de firmar unas planillas? —preguntó Jorge mientras Alicia aún permanecía allí.

—Pero por supuesto señor... ¿Cómo dijo que era su nombre?

Jorge la miró con cara de "dale, ¿tanto teatro vas a hacer?". —Jorge Correa —respondió él.

—Ah bueno, sígame entonces señor subcomisario —dijo Clara intentando mostrar indiferencia.

Una vez dentro del despacho y luego de verificar rápidamente que se encontraban solos, se inició una conversación poco amistosa.

—¿Por qué tiraste las flores si no estaban marchitas? —preguntó Jorge.

—Porque no todo lo que se hace coincide con lo que se dice. ¿Y vos por qué le dijiste "mi vida" a Alicia después de todo lo que me dijiste en el hospital? —preguntó Clara.

—Porque no todo lo que se dice coincide con lo se siente —respondió Jorge.

—Te das cuenta, ¿no? —decía Clara— vos y yo nunca vamos a coincidir. No coincidimos hace veinte años, ¿qué haría que esta vez fuera diferente?

Jorge acorraló a Clara en el escritorio apoyando sus manos en el mismo, un brazo a cada lado se su cintura.

—Estoy dispuesto a dejarlo todo para coincidir con vos—. Entonces, sus frentes coincidieron, sus ojos coincidieron, sus narices coincidieron... Hasta que alguien abrió la puerta y se separaron automáticamente. Clara tomó una carpeta y Jorge intento mostrarse relajado poniendo una mano en el bolsillo. Iban a coincidir, pero no lo harían ese día.

Era la madre superiora.

—Bueno entonces, me firma estos papeles para la semana que viene y me los trae, ¿sí? O se lo deja a cualquiera de las hermanas —decía Clara para mostrar que allí dentro se estaba viviendo un clima normal.

—Perfecto, muchas gracias por su atención hermana. Hasta luego—. Jorge se retiró del despacho.

Concepción sabía perfectamente quien era Jorge y cuánto daño le había hecho a Clara separarse de él.

—¿Todo bien Clarita?

—Sí... Todo bien... —dijo para luego darle lugar a un silencio incómodo y bajar la mirada. —Permiso madre, me voy un rato a mi cuarto.

El hábito de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora