Capítulo 18

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Tenemos varias opciones en cuanto a los sentimientos. Podemos exponerlos al mundo en un grito, podemos soltarlos de a poco o bien podemos guardarlos en los recovecos mas inhóspitos de nuestro ser. Pero hay algo que estamos obligados a hacer. Y es hacernos cargo de lo que sentimos.

En el camino de regreso al convento, Clara no dejaba de pensar en la clase de locura a la que se estaba permitiendo darle inicio. Pero se dijo a sí misma que ya no había marcha atrás, ni lugar para las dudas.

Al llegar, se dirigió a la cocina pero en el trayecto una voz la interceptó por detrás.

-¿Todo bien Clarita? -era la madre superiora.

-Madre... Todo bien, ¿y usted?

-Yo bien. Pero no tanto como vos que te fuiste a...

A Clara se le aceleró el ritmo cardíaco. ¿Se había enterado acerca del pecado que estaba cometiendo?

-A... -decía Concepción. -no sé, ¿a dónde fuiste Clara?

-A tomar aire, a caminar, necesitaba estar sola -contestó la monja.

-Está bien, vos sabés que yo confío en vos. Pero la próxima necesito que me avises que te vas, ¿sí?

Clara asintió y la madre superiora se fue.

El resto del día pasó con ligereza debido a la abundante cantidad de tareas que había para hacer, y todas muy variadas. Pero había algo que tenían en común y es que en todas y cada una de ellas Clara no dejaba de pensar en Jorge. Por ratos la asustaba la situación y por otro ratos se sentía tan segura y tan orgullosa de sí misma de haber decidido empezar con esto que se le dibujaba una inocente media sonrisa en la cara.

Antes de ir a dormir, el ringtone de una canción religiosa le avisaba que Jorge la estaba llamando. Imaginense... "Dios es el camino, él nos guiaraaa 🎶" y que en el identificador de llamada aparezca el nombre de tu novio siendo monja.

¿Todos damos por sentado que el mundo está cada vez más cuerdo, no? (Léase con ironía).

Clara salió al pasillo para recibir mejor señal.

-Hola -dijo al atender.

-¿Señorita Anselmo? -dijo Jorge con su voz un poco distorsionada.

-Sí, soy yo, ¿qué necesita? -dijo siguiéndole el juego.

-Queda detenida por apropiación no autorizada de corazones ajenos.

Se rieron, y con ganas.

-¿Ya te estabas por ir a dormir? -preguntó Jorge.

-Sí, ya es un poco tarde y estoy muy cansada.

-Entiendo, la hago cortita entonces -decía Jorge- sólo quería saludarte. Ahora que tengo la oportunidad de poder desearte buenas noches lo voy a hacer.

-Qué lindo sos -dijo Clara mirando a los costados para asegurarse de que nadie anduviera cerca.

-Ojalá algún día a esto le pueda sumar un beso de las buenas noches -decía Jorge.

-Jorge...

-Y ojalá algún día ni siquiera te tenga que dar un beso y podamos tener una buena noche.

-¡Jorge! No me presiones, por Dios.

-Perdón, es que soy una especie de superdotado, mi mente siempre va más allá.

-Bueno traela más para acá así no sobrepasas la realidad que nos toca hoy. Mañana no sé, pero hoy es así.

-No soy partidario de la realidad, suena aburrido -decía Jorge.

-Será aburrido pero es lo que hay.

-Es lo que hay pero podemos cambiarlo.

-Es un poco tarde como para andar filosofando -decía Clara- te dejo.

-Bueno, dale, pero una cosita más -dijo Jorge.

-Te escucho.

-Te amo.

Y otra sonrisita se daba una vuelta por el rostro de Clara.

-Yo también. Y mucho.

No sé si el amor se mide en cantidades pero para una religiosa "amar mucho" es un gran avance.

Se despidieron cuales adolescentes enamorados y Clara fue a la cocina a buscar agua.

En la mesa estaba sentada Beatríz así que Clara decidió sentarse con ella.

-No lo dejes -dijo Bety.

-No entiendo, ¿que no deje que cosa?

-Al subcomisario. No lo dejes.

-¿De qué estás hablando Beatríz?

-Clari, yo ya me di cuenta de cómo te pones cuando te hablan de él, de las sonrisas repentinas que tenés en varios momentos del día y de cómo te brillan los ojos cuando miras fijo. Son todos signos de un ser enamorado. Yo te prometo no decir nada -dijo Beatríz levantándose de la mesa- pero vos haceme caso. No lo dejes. Yo sé lo que es dejar ir a alguien que te complementa.

Beatríz le dio un beso en la cabeza a Clara y se fue.

El hábito de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora