Capítulo 24

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Al día siguiente, Clara estaba atenta porque en cualquier momento aparecía Jorge para hablar con ella acerca de Tambor. Estaba atravesando por una mezcla de nervios y ansiedad. La intrigaba mucho saber qué clase de persona era el antiguo amor de su amiga.

Jorge apareció por el pasillo del convento, pero al notar que también contaban con la presencia de la hermana Pilar, decidió fingir un poquito sabiendo que tenía la complicidad de su novia, la hermana Clara. (Novia, hermana... Cabía un árbol genealógico entre ambos).

-¡Hermana Clara! ¿Cómo le va? -dijo Jorge.

-Subcomisario, ¿Qué tal?

-Bien, venía a retirar a Pedro. ¿Tengo que firmar algo?

-Sí, acompañeme al despacho por favor.

Pilar los observaba de reojo mientras barría el pasillo. Todas las hermanas decían que ella tenía poderes o algo por el estilo, ya que era capaz de ver hasta las verdades más ocultas de las personas. En este caso, no había mucho para ver. No hacía falta tener un don para darse cuenta el tipo de conexión que tenían Jorge y Clara. Hay cosas como estas que se cuelan en el aire y son más que visibles.

Entraron al despacho, pero se quedaron parados.

-Bien ahí esa impro, das para actriz te digo eh- dijo Jorge mientras apoyaba su maletín en el escritorio.

-Bueno, vos no estuviste mal -dijo Clara mandándose la parte.

-Escuchame una cosa -dijo Jorge mientras buscaba algo en su maletín- necesito algo.

-Lo que quieras -dijo Clara desde su lado más inocente.

-¿Lo que quiera... Lo que quiera? -dijo Jorge mirándola de repente y levantando una ceja.

-Ay Correa, que pervertido que sos.

-Ay Anselmo, bien que te gusta -dijo Jorge canchereando. -Lo que necesito es que te acerques y me des un beso.

Clara lo miró desde donde estaba. Se preguntaba cuánto más Jorge iba a aguantar que su relación fuera tan limitada, cuánto más ella iba a estar limitada, cuánto más iba a poder seguir ocultándole que tenían una hija. Porque uno puede hacer muchas cosas en la vida, pero si hay algo en lo que todos fallamos es en nunca tener en cuenta un factor que afecta todo tipo acontecimiento: el tiempo. A la larga o a la corta, todos es una consecuencia del tiempo.

Clara se acercó, le dio un beso y le acarició el mentón que ya empezaba a colmarse de una barbita corta con algunas canas. ¿Ven lo que digo? Hasta esa barba era consecuencia del tiempo.

-Te quiero -le dijo Clara, antes de que el tiempo diera vuelta las cosas.

-Yo también, rubia bonita -le dijo Jorge y le devolvió el beso.

-Bueno, ¿Qué sabemos acerca de Tambor? -preguntó Clara.

-Tambor, cuyo nombre de pila es Fernando Gómez, tiene en la actualidad 40 años y está divorciado. Tuvo un hijo que se fue a vivir a Inglaterra el año pasado porque consiguió una beca para estudiar en la Universidad de Cambridge. Al parecer, se trata de un joven genio o algo así, nada que ver con su padre que se dedicó a la mecánica de autos toda la vida.

-Buenísimo, ¿Y dónde vive? -preguntó Clara.

-Ese es el problema, está viviendo en Tucuman.

-Ay no me digas... -dijo Clara con desilusión.

-Peeeero -dijo Jorge mientras cerraba su maletín- ya me contacté con él y mañana está llegando a Buenos Aires. Ni bien le conté acerca de la idea de reunirlo con Beatríz, reservó hotel y sacó pasajes.

El amor, otra consecuencia del tiempo. Lo que es verdadero, perdura, pasen los años que pasen.

-¡Ay, qué buena noticia! -dijo Clara abrazándolo. -Sos un genio, en serio, gracias -dijo, y lo besó.

-No me agradezcas -decía Jorge- yo te tengo que agradecer a vos por mantener esa bondad que siempre te caracterizó y por haber tenido esta idea de unir a dos almas.

-Es que, a veces pienso que a mi también me hubiese gustado que alguien me ayudara con vos en su momento -respondió Clara con algo de timidez.

-No hizo falta, se ve que estábamos destinados. De alguna manera nos íbamos a juntar.

Clara, ante un miedo arrasador por perderlo cuando le contara la verdad de su hija, le hizo prometer algo.

-Prometeme algo -le dijo tomándole la mano- prometeme que vamos a estar juntos siempre. Pase lo que pase.

-Te lo prometo -respondió Jorge- juntos para siempre.

Y aunque, como una vez alguien me dijo, "para siempre" es mucho tiempo, ellos confiaban en que iban a lograrlo.

El hábito de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora