Capítulo 2

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—Monja, monjita, dele che —decía el Tucu para despertar a Clara— despabilese que tenemos que negociar un par de cosas.

Clara abrió los ojos e intentaba concentrarse en lo que quería ese hombre tan despreciable. Todo estaba fuera de foco, su vida en sí estaba fuera de foco hacía un largo tiempo para ser sensatos.

—Muy bien —dijo el Tucu— ahora que está despierta, me va a decir dónde está la plata.

—Ya te dije que no tengo la menor idea —dijo Clara con el poco aliento que tenía. Claramente, la droga tenía productos buenos. Se sentía sumamente mareada.

—Dele mujer, colabore. No me haga perder la paciencia, ¿quiere?

El Tucu sacó un arma de un mueble viejo que había en el lugar, y la cargó. Apuntó a Clara y procuró poner un tono intimidante y serio. Ella por su lado, se quedó muda.

—Creo que le conviene hablar hermana.

—Te repito, te juro que no sé dónde está la plata —decía Clara con el aire entrecortado.

—Bueno, no me deja opción entonces—. El Tucu se preparó para disparar. El mayor miedo de Clara se estaba por cumplir: su vida iba a conlcuir sin haber podido cerrar varios temas que le habían quedado pendientes.

—SUBCOMIASARIO CORREA, ¡ALTO AHÍ! —dijo un hombre mientras apuntaba al Tucu.

Jorge clavó su mirada en Clara, y Clara en Jorge. Ninguno de los dos podía creer lo que estaba ocurriendo. Cuentan por ahí las malas lenguas (o quizá sean las buenas) que cuando nuestros ojos captan la presencia del amor de nuestras vidas, se produce en el campo visual una especie lentificación del momento, como si los relojes del mundo se detuvieran por unos instantes a modo de advertirnos que estamos ante una oportunidad irrechazable.

—Hacés un paso y la mato —dijo el Tucu alterado, sin dejar de apuntar a Clara.

—Tranquilo, hablemos... Calmate por favor y deja el arma en el suelo —le ordenó Jorge con amabilidad. Teóricamente, a las personas que sufren de inestabilidad emocional constante, hay que tratarlas con paciencia. Sin embargo, este no fue el caso.

—A MÍ NINGÚN CANA ME DICE QUÉ TENGO QUE HACER! —y le disparó a Clara en el pecho.

En ese preciso instante, entraron dos compañeros de Jorge y detuvieron a el Tucu, mientras él corría hacia donde estaba Clara.

—Respirá Clara, no cierres los ojos—le dijo mientras le tomaba el rostro con sus grandes manos. Era lindo volver a sentir ese rostro, era lindo volver a sentir esas manos. Era lindo volver a sentirse.

La desató de la silla, pero prefirió mantenerla sentada. Ordenó a sus compañeros a que llamaran a una ambulancia y a que le trajeran el botiquín de primeros auxilios que tenían en la patrulla.

—No me quiero morir Jorge —le decía Clara en un gran esfuerzo. El intento de respirar y las lágrimas no ayudaban mucho.

—Eso no va a pasar Clara, yo estoy acá —le dijo Jorge mientras le acariciaba el cabello. —Nunca podría dejarte ir—. "No lo hice en veinte años, no lo voy a hacer ahora", pensaba para sus adentros.

Narigón, uno de los compañeros de Jorge, le trajo el botiquín.

—Ahora necesito que aguantes Clari, voy a sacarte esa bala —le pidió Jorge. Tomó unas pinzas y mucho algodón, y comenzó con la tarea. Hizo todo lo posible para no hacerle doler, pero el grito de dolor de Clara fue inevitable. Debe ser doloroso que te saquen una bala del pecho, pero no tanto como tener al pasado parado frente a tus ojos.

—Ya está, ya está, ya salió Clari, necesito que aguantes —decía mientras presionaba algodón contra su pecho y con la otra mano le acariciaba la cara. —¡Narigón! ¿Dónde carajo está esa ambulancia? —le preguntó nervioso a su compañero.

—Me dijeron que ahora la mandaban, ¡no sé qué onda!

—Jorge, creo que no voy a poder aguantar, me falta el aire— dijo Clara con un último aliento. Había perdido mucha sangre.

—Tenés que ser fuerte, por favor te lo pido... No, Clara, no —le decía mientras le daba pequeños golpes en la mejilla para que no cierre los ojos. Era tarde. —NO CLARA, ¡POR FAVOR!

Tragándose las lágrimas, la cargó en sus brazos y la llevó a la patrulla para así, poder llevarla a toda velocidad al hospital.

Después de todo, el Tucu tenía razón. El costo del bien, es el mal. Tuvo que llevarse a cabo esa mala situación para que dos almas correspondidas volvieran a unirse.

El hábito de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora