Capítulo 26

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Al otro día ya todo estaba planeado. El lugar, la hora, la duración... Excepto un pequeño detalle: cómo decirle a Beatríz que habían contactado a su antiguo amor y que había venido dispuesto a todo.

En un principio, Clara había optado por que sea una sorpresa el encuentro. Pero luego se puso a pensar en que sería mucho de golpe y no sabía si Beatríz estaba preparada para afrontar sorpresivamente semejante situación. Así que, decidió decirle la verdad a su amiga.

La encontró en la sala de música limpiando los instrumentos, y tras corroborar que nadie las estuviese escuchando, se le acercó para de a poquito echarle la bomba.

-Bety... -dijo al acercarse- ¿Estás limpiando?

Beatríz la miró extrañada. ¿Acaso no era obvio lo que estaba haciendo?

-No, estoy jugando al béisbol -contestó sarcásticamente.

Clara se rió un poco nerviosa.

-¿Me parece a mí o estás un poco de mal humor? -decía Clara- digo, nunca hablas con sarcasmo.

-Ay sí -dijo Bety y suspiró- perdón. Es que me pone de mal humor tener que estar limpiando los instrumentos. Esta tarea no me toca a mí.

-Sí, es cierto. Pero te vine a salvar -dijo Clara. -La madre superiora me pidió que hiciera unos trámites y me podés acompañar.

-Bueno, dale -aceptó Beatríz mientras se sacaba el delantal- lo que sea con tal de salir de acá.

-Ah, una cosita -dijo Clara antes de salir de la sala de música- vamos a pasar por la plaza porque Jorge me espera ahí.

-Ay, el amorrrrr -decía Bety con una sonrisa.

-Ah, y otra cosita -dijo Clara- va a estar Tambor ahí.

Sin preámbulos, sin anestesia. De golpe y en seco, como todo lo que nos marca en la vida.

-¿Qué estás diciendo Clara? -dijo totalmente shockeada.

-Eso mismo que escuchas... Nos pudimos contactar con él y vino a Buenos Aires a encontrarse con vos.

Beatríz abrió los ojos de una manera increíble y comenzó a caminar en círculos.

-No puedo, no puedo, no puedo, no puedo -decía con ligereza- no puedo, no puedo.

-¿Qué no podés? ¿Ser feliz?

-¿NO ENTENDES CLARA? -decía Bety histérica- ES TODO UN DESASTRE ESTO, JUSTO ANOCHE ME OLVIDÉ DE PONERME EL RULERO EN EL FLEQUILLO Y MIRA, MIRA CÓMO LO TENGO, PARECE UN RULITO DE MOÑO DE REGALO.

-Bety, por favor, tu flequillo esta bi... -decía Clara pero no pudo terminar.

-¡BIEN TU COFIA! ¿Y AHORA QUÉ ME PONGO?

-Y, siendo religiosa, el hábito no estaría mal... -dijo Clara irónicamente.

-Ja, ¿estamos graciosas Anselmo? Ay por dios... -decía Beatríz agarrándose el pecho.

-¿Qué te pasa? -preguntó Clara.

-Por dios, Clara, por dios...

-¿Estás bien?

-¡TRAEME EL PAF QUE NO RESPIRO!

-QUÉ PAF NI QUÉ PAF, SI VOS NO USAS ESO.

-¡BUENO CONSEGUIME UNO PORQUE NO TENGO AIRE!

Clara la tomó por los hombros.

-Calmate y vamos, hay que aceptar lo que nos toca. Y hoy, toca esto -dijo Clara en modo mujer guerrera.

-Es que es muy pronto para que me toque Tambor -decía Beatríz asustada.

-Cuando te quieras dar cuenta tocas la batería -dijo Clara en chiste. Se rieron y se fueron.

Milagrosamente, la combi no dio problemas para arrancar, así que en menos de diez minutos estaban en la plaza. Desde arriba del vehículo se los veía a Jorge y Tambor sentados en un banco. Beatríz se tomó unos minutos para observar a Tambor desde lejos y sonrió.

-Gracias -le dijo a Clara. Y la abrazó.

Se acercaron a pasos lentos, y cuando los hombres las vieron, se pararon.

Beatríz y Tambor, parados frente a frente, se dijeron todo sin palabras.
El amor es eso que se forja en las miradas de dos almas al encontrarse, luego de haber vagado tanto tiempo separadas por este gran espacio colmado de inconclusos, llamado mundo.

Se abrazaron sin importar que hubiera gente en la plaza y, entre lágrimas y respiraciones entrecortadas, se dijeron cuánto se habían extrañado.

Jorge y Clara sintieron que estaban de más en la situación, por lo que decidieron apartarse.

-Estoy muy orgulloso de vos -decía Jorge- tuviste una idea genial.

-No hubiese sido posible sin tu ayuda. Como todo. Sin vos no puedo -dijo Clara mirándolo fijo y le tomó la mano.

Y desde el otro lado de la plaza, tomados de la mano y sin miedo a exponerse, observaban el reencuentro de Tambor y Bety.

El hábito de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora