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Era martes y yo dormía plácidamente en mi pequeña cama. Estaba soñando con el precioso, masculino y sexy protagonista del libro que acababa de leerme dos días atrás.

Él llegaba a rescatarme a mi habitación, golpeaba al pesado de Jou y me llevaba con él al mundo de nunca jamás... O quién sabe dónde, si era con él realmente me daba lo mismo, cuando de pronto la estúpida realidad me golpeó de sopetón... Literalmente.

— ¡Pipipi! ¡Pipipi! ¡Pipipi! — Comenzó a sonar estrepitosamente la chillona y molesta alarma de mi teléfono, lo que me hizo despertar de golpe y sentarme instintivamente, chocando de sopetón con una de las tantas repisas que tenía en mi pequeño mundo, lo que me dejó algo aturdida y desorientada.

— ¡Auch! Había olvidado que estabas ahí, Snake — Le dije dolorida a mi pequeño y peludo gato blanco, sobandome con ambas manos la frente y tratando de enfocarlo.

La alarma seguía sonando y mi peludo amigo me miraba curioso con sus ojos de distinto color, sin dignarse a levantarse de donde estaba.

— ¡¡Jun!! ¡Apaga esa maldita cosa de una buena vez! — Sip, era a mi a quien estaban gritando y sip, ese que me gritaba y golpeaba el techo de mi habitación era Jou, mi padre adoptivo. Vaya manera de empezar el día.

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