Piscis

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Tomé mi vieja bicicleta y salí de la casa a toda prisa, pedaleando lo más rápido que podía. Sabía que Tristán saldría persiguiéndome pero esa era la  idea, así yo entraría al mar y él tendría que hacerlo también.

Estaba harta de todo este enredo de historia. Hasta hace no mucho tenía muy claro quién era y qué quería pero ahora no entendía nada y no quería desvanecerme cuando cumpliera los dieciocho... No ahora.

Iba llegando a la avenida principal que daba al mar cuando de pronto un lujoso auto se cruzó en mi camino, obligándome a frenar de golpe, lo que hizo que me fuera de punta con la bicicleta y me cayera duramente al suelo. Escuché que el auto frenó sonoramente un poco más allá de donde estaba yo pero no quería ver de quién se trataba...

Tenía la fuerte sospecha de que el sujeto que conducía lo conocía bastante bien.

— Dios, casi muero — Susurré tomándome con una mano la cabeza y poniéndome en pie algo  mareada.

— ¿Jun? ¡Jun! Lo siento ¿Estás bien? No te golpee ¿Verdad?  — Era Erick. En otra época me hubiera molestado su presencia pero ya había superado esa etapa hace algún tiempo.

Él no era un mal chico, sólo le faltaba cariño, atención de sus millonarios padres y alguien con quien compartir su tiempo.

— Erick, gracias a Dios que tengo buenos reflejos o ya sería puré de papas...— Le dije apoyando una de mis manos en su hombro para estabilizarme. Me había golpeado la cabeza y no lograba centrar la mirada.

— Tranquila, ven aquí... ¿A dónde ibas con tanta prisa? ¿Quieres que te lleve a algún lado? — Me preguntó él, tomándome por los  hombros.

— No yo, la verdad venía a la playa porque —  Estaba tratando de explicarle pero una tercera persona llegó al encuentro.

— ¡Jun! —

Poco a poco las nubes empezaban a avanzar en el cielo... Probablemente pronto llovería, después de todo el invierno ya estaba aquí.