Capítulo 57

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Me giré, jalando a Harry conmigo, mientras intentaba salir de ese sofocante lugar.

-Basta, Sara-me decía; pero lo único que podía hacer: era ignorarlo.

-Quiero salir de aquí lo más rápido que pueda, Harry.

Salimos al pequeño estacionamiento que había detrás de la casa y de inmediato le pedí que se apresurara a abrir el auto.

Entré en la parte de atrás de su Range Rover y me acosté a llorar. El aire me faltaba, los sollozos eran muy fuertes para ser controlados.

Harry entró junto a mi, me tomó en brazos y no dijo nada. 

-Respira, preciosa, debes respirar un poco. 

-H-Harry, é-él no recordaba n-nada—decía llorando. 

-Sara, es una enfermedad horrible. Debes saber que se pondrá peor con el tiempo. 

Seguía llorando, haciendo un mar de lágrimas. 

-Pero..., no creí que tan pronto.

Besó mi cabeza, acarició mis brazos con dulzura y limpio mis lágrimas. 

-Creo que por aquí tengo un poco de agua-se puso a buscar y encontró una botella-. Aquí tienes.

Comencé a tomar. Funcionó para calmar un poco los sollozos, pero no del todo las lágrimas. 

-No te llevaré a cenar así. ¿Qué te parece si salimos mañana?

Asentí; dudaba de mi voz como para hablar.

-Vamos, te compraré helado y vemos una película romántica en mi casa, ¿vale?

Sonreí y lo besé.

-Gr-gracias-susurré sobre sus labios. 

-No debes agradecer-dijo y después me besó. 

«¿Chocolate, fresa o vainilla?» me envió por mensaje de texto mientras él compraba mi helado.

«Chocolate, por favor :)»

«Hay uno que trae los tres juntos, ¿lo quieres?»

«¿Estás loco? No puedo engordar tanto

«Igual, lo quemarás en cuestión de media hora, cuando bailes. ¿Qué dices?»

«Ja,ja. Está bien.»

Volvió con: Oreos, Coca-Cola, helado y Nutella para que hiciéramos crepas.

-Tu propósito es engordarme. 

Sonrió, dejando ver sus hoyuelos y esa perfecta dentadura. 

Vi que se pasó la calle por la cual se iba a casa de Ed, por lo que supuse que me llevaría a su casa, pero decidí callar. 

-Sara...

-¿Si?-dije desviando mi atención hacia él. 

-Te compré un cepillo de dientes, una rasuradora y entre otras cosas de higiene femenina, para que tengas en mi casa.

«Oh, Dios.»

-Gracias-sonreí-. Pero no quiero que te sientas forzado a hacerlo, Harry.

-No, al contrario: quiero que las tengas ahí. Estaba pensando: yo tengo cosas en tu casa, ¿por qué no tienes en la mía?

-Vaya, pues gracias-lo besé en la mejilla y sus hoyuelos aparecieron otra vez. 

-Sara, cuando tenga días libres, vendré por ti y te llevaré a conocer a mi madre.

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