08: "Te mintió."

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Mí mejilla pegada sobre la ventana del auto ya estaba helada de todo el rato que llevaba así, Elias no parecía querer dejar de fruncir el ceño y maldecir bajo durante todo el trayecto a mí casa, o al menos en dónde vivía antes de que ellos llegasen.

¿Por qué me he mudado con ellos? Pregunté repentinamente en mí mente.

Había sido casi obligada por ellos y por la idea de estar siendo perseguida por un peligroso mutante, ya que, de la manera más loca, soy la única que puede proteger a un híbrido. Y ese híbrido era Amber, a quién no había ni podido ver desde hace días. ¿Cómo puedo fiarme de estas personas tan rápido?

Eres tan idiota, no sabes siquiera dicen la verdad.

Giré mí cuerpo para poder ver con mejor ángulo a Elias, quién apretaba con fuerza el volante y marcaba sus nudillos totalmente blancos. El deja vú no esperó para aparecer en mí mente. El primer día qué había sido atacada en casa, sin recalcar que Ethan estaba conmigo esa noche, Elias me había sacado de allí. Se había escondido en una de las habitaciones y por casualidad, decidí esconderme en ella. Fue hasta entonces que me tapó la boca y me arrastró contra toda mí voluntad hasta su auto. En dónde había tenido la misma vista que ahora, de él manejando y con un aspecto que intimidaba.

Subo lentamente mí mirada por su cuello hasta llegar a su nuca, su mandíbula estaba siendo presionada con fuerza, podía jurar que alguna muela saldría rota sí seguía haciéndolo. Sus labios no son tan carnosos, ni tan finos, eran normales y lindos debido al tono rojo claro que lucían, cómo sí usara labial para ellos. Su nariz era linda y al llegar a sus ojos, detuve mis ojos allí y dediqué mí tiempo para admirarlos. Un color extraño se ligaba entre ellos.

Al entorno de la pupila, se encontraba un color azul profundo y en el centro de esta, un color verde se hacía notar. Y podría haber dicho que sus ojos eran tan iguales a los otros que antes había visto anteriormente pero, estos eran diferentes. Tenían mucho más brillo que los demás, su pupila dilataba todo el tiempo y parecían tener una profundidad sin fin, tanto que tardaría toda una eternidad para ver a través de ellos.

Ladeo mí cabeza aturdida y vuelvo mí mirada al frente, la velocidad había disminuido y ahora nos encontrábamos estacionados frente a mí casa, la cuál encontraba totalmente oscura. Mis mejillas ardieron de la vergüenza al saber que me había encontrado observándolo, así que con rapidez me quito el cinturón y respiro hondo mientras me colocaba el gorro de un abrigo que traía conmigo. Había comenzado a llover también, y yo ni cuenta me había dado antes de llegar.

-No pretendes ir desprevenida hasta allá, ¿Cierto?-preguntó y lo miré mal.

-Sí, ¿Por dónde más entraría?-viro los ojos y aparto la mirada de él.

-Entonces, dices que entrarás por la puerta principal cuándo no tienes ni la menor idea de quién se encuentre en tú casa, ni de quién nos ha estado vigilando desde que nos detuvimos frente a tú casa. ¿Acaso eso no suena cómo otro plan suicida?-cruza sus manos sobre su pecho-. Porque sí es así, deja y me acomodo porque quiero disfrutar de la función.-

-Entonces, dices qué no sé quién nos está vigilando justo ahora y te estacionas aquí sabiendo las posibilidades de ser rodeado pero, ¿Sólo soy yo quién contribuye con el plan suicida?-contraataco-. No eres muy inteligente, Elias.-

Lo veo tensar su cuerpo al darse cuenta del error y escapo una carcajada antes de salir del auto. El frío golpea fuertemente mí cuerpo y me abrazo más para cubrir mí cuerpo con el abrigo. Los pasos que daba eran lentos, giraba de vez en cuándo para ver a mis espaldas y fulminar a Elias quién no saldría del auto. No habían rastros de estar siendo observada, ni mucho menos rodeada por mutantes pero, me fue inevitable no querer devolver mí trasero al asiento del copiloto al pensar en las posibilidades de conseguir de nuevo aquellos chicos y chicas de la otra vez.

Avenencia. [#1 LIBRO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora