Capítulo VII

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Me tiro en la cama, miro el techo, no puedo hacer absolutamente nada. Deseo que él no esté allí para bajar e ir a la cocina con Rebeca y Francis.

No sé cuánto tiempo ha pasado, esta habitación no tiene reloj, yo no tengo reloj, estoy perdida en el tiempo, en la vida y perdida para la sociedad. Dentro de esas cuatro paredes prácticamente no soy nadie, o más bien como él dio por entender, soy su objeto.

Tocan la puerta dos veces y esta se abre.

-Ya está lista tu habitación.- Su voz fría resuena en mi interior.

Me siento con dificultad, él lo nota y se acerca para ayudarme.

-Puedo sola.

-No seas terca- Lo miro fijamente. Me gustaría creer que él retrocede a causa de mi mirada, pero soy consciente que a su lado soy un ser insignificante. -Vamos, te acompaño.

No digo nada y lo sigo por el pasillo. Dos puertas más y está mi nueva habitación con cortinas moradas, un placar, una cómoda con espejo, una cama de plaza y media y la comodidad necesaria para una sola persona. Es pequeña pero acogedora.

-Toda tuya.- Dice él acercándose al placar, lo abre y recorre con los dedos la ropa. -Espero que esto te quede.

-¿Es para mí?- La pregunta sale de manera sorpresiva, la idea era aplicar la ley del hielo y no hablarle hasta hartarlo, pero no puedo con mi genio.

-Claro ¿Para quién sino?

Es la irónica sorpresa lo que me tiene patidifusa. Yo no tendría que estar con él. Pero así se dio porque así es mi vida. No tengo que enojarme, de algún modo u otro estaré con él hasta que se canse o suceda algún milagro, tengo que intentar llevarme bien con él y ahora él me da una habitación para mí, ropa y cosas necesarias.

-Gracias-. Susurro. A fin de cuentas soy educada.

-Sé que es duro.

-No es duro, es injusto.

-Hubiera sido injusto con cualquier otro.

-No, porque otro sí me hubiera querido en su casa.

-Y probablemente te estaría golpeando en este momento, además- Se acerca a mí- ¿Quién dice que no quiero tenerte aquí?

-No querrás tenerme, dentro de poco tiempo.

-¿Quieres jugar a quién se cansa primero?- Suelta de manera socarrona. No evito sonreír, tal vez no sea tan malo si entro en su juego ¿No?

Hay que tener una cosa en clara, nosotras somos vendidas para placer y satisfacción a los hombres, una manera sutil de decir que somos prostitutas. Por lo tanto todas las que salieron de la casa del Maestro, tal vez, en menos de dos horas ya tenían al hombre que las compró entre sus piernas. Y yo no estaba muy lejos de eso, sea como sea, él era mi dueño, con o sin dinero de por medio, yo era suya, completamente. Pero no se lo dejaría tan fácilmente...

-Serás quien se cansa primero...

-¿Cómo lo sabes?

-No me tendrás con facilidad.

-Tranquila muñequita- guiña el ojo- Eso lo sé. Ten en cuenta que yo no soy como esos hombres que van y compran mujeres, me perteneces por medio de un trato. No por necesidad estás aquí, pero tarde o temprano lo conseguiré.

-Bestia.- Respondo y se va, con tranquilidad, como si estuviese seguro de sí mismo. Muy seguro.

Por la tarde él, nuevamente, no está en la casa. Rebeca me da unos medicamentos, me cuida como una madre. De vez en cuando no está mal que nos malcríen un poco. Le sonrío, soy feliz en ese preciso momento, una sensación que no sentía hace mucho tiempo se apodera de mí y es agradable.

Completamente Tuya *(Norman Reedus)* #PTWDNR2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora