Capítulo XLII

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A veces suelo ser dura como una piedra, pero otras soy tan blandengue que no me puedo negar a nada. Está vez tengo razones un poco sentimentales, aunque montar la motocicleta de Norman me dé un miedo terrible, confío en él. Además dijo que estando con él no me pasaría nada. La bestia se pone tierna y yo lo quiero besar sin cansancio.

-Vamos, Lía, sube o te dejo

-No serías capaz- lo miro mal. Ya no quiero besarlo, quiero golpearlo.

-¿Apostamos?

-No, mejor no.- Subo detrás de él y me aferro a su cintura cuando acelera.

La sensación del viento en mi cara es fantástica, ahora sé cómo se sienten los perros cuando sacan su cabeza por la ventanilla de los autos. Sacaría también yo la lengua, pero quedaría muy extraño.

Llegamos a una finca, enorme y muy bonita. Si me dejo llevar por mis impulsos estaría saltando como una niña pequeña. Comparándome otra vez con un perro, estaría corriendo por ahí, como si fuera la primera vez que me sacan al aire libre, con el viento alborotando mi cabello y luchando por traspasar la tela del suéter que llevo puesto.

Miro a Norman, este me mira con una sonrisa sincera. Caminamos hasta la puerta y tocamos. El marido de Claudia, cuyo nombre no recuerdo si nos lo mencionó, se asoma y sonríe al vernos. No existen personas tan amables hoy en día. Robert, su nombre es Robert. Nos lleva hasta la sala de estar, saludo a Claudia con un abrazo. Ambos son señores muy amables y cariñosos, tengo ganas de decirle a Norman "¿Podemos adoptarlos?" pero eso quedaría aún más extraño que sacar la lengua por el camino.

Ambos nos cuentan muchas cosas interesantes y esperan que nuestro matrimonio dure años y sea feliz como el de ello. ¡Uff! Si supiera que junto a este hombre estaré años y no creo que sea por amor. Robert se lleva muy bien con Norman, porque ambos entienden de motos, otra vez la nube de corazones a su alrededor.

Antes del almuerzo, Claudia nos da de probar un whisky fuertísimo. Siento que me ha quemado todas las entrañas, sin embargo, como la guerrera que soy, disfruto de un poco más. ¡Definitivamente tengo un lado masoquista!

-Atrás en las caballerizas están nuestros más preciados tesoros- Dice la mujer.- Nosotros solo nos encargamos de cuidarlos, ya no los montamos. A veces lo hacen nuestros hijos y nietos cuando vienen de visita.

-Si quieren pueden dar un paseo.- Continua Robert. Se complementan de una manera tan bonita y natural.

Antes de pensar ya estoy asintiendo, veo a Norman de reojo, no creo que se niegue aunque tampoco estoy segura. La mujer sonríe al ver mi felicidad, sabe que estoy al borde de gritar "¡Sí, sí quiero!" Ya no hay vuelta atrás, ¡daré un paseo a caballo!

Miro a Norman, quien me sonríe ampliamente. Toma mi mano y caminamos hasta la caballeriza. Nunca tuve a un caballo tan cerca de mí, hasta ahora, un moro en todo su esplendor me observa, me gusta verme reflejada en sus enormes ojos, es muy lindo y manso, puedo tocarlo sin que haga nada, excepto respirar profundamente de vez en cuando, la primera vez que lo hizo me asustó un poco.

-Bien- dice Robert- Pon un pie en el estribo y sube.

Con miedo y algo titubeante intento hacerlo. Fallo la primera vez, no es muy fácil o yo soy una inútil. Oigo la risa de Norman, ah no, no le daré el gusto de humillarme frente a él. Tras un segundo intento lo consigo. Esta sensación es ¡Maravillosa! Robert me explica que tengo que sujetar bien las riendas y que no las estire a menos que sea necesario, cosa que no sucederá.

Una vez mi marido se encuentra encima del suyo, salimos a dar nuestro paseo.

-Mantén la calma- Me dice son una risita.

Completamente Tuya *(Norman Reedus)* #PTWDNR2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora