Capítulo XI

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Abrazo a Rebeca cuando la veo en la cocina el domingo por la mañana y casi abrazo a Francis también, pero él dijo que no era necesario. Los extrañé tanto y lo saben, aunque sólo hayan pasado dos días.

-Me estaba por volver loco si no regresaban.-  Dijo el gran señor de la casa cuando los vio. Ellos rieron, tampoco estaba tan molesta al respecto.

Me encargo de abrir todas las ventanas, hace mucho calor. Encuentro en la mesa del living una revista y la llevo al patio trasero conmigo. Necesito entretenerme con algo.

Estar allí es muy relajante. Tiene una piscina, la muralla que cubre la casa está forrada de enredaderas y hay varias rosas y otras plantas, muy bien cuidadas. A pesar de ser domingo, Norman se encuentra en su oficina haciendo no sé qué. En lugar de disfrutar del día.

Al mediodía ayudo a Rebeca a preparar la mesa. Me siento a gusto ayudándola, aunque ella se niegue. Estoy por llamar a Norman para almorzar, cuando camina hasta la sala prácticamente gritando con el teléfono en la mano.

Percibo cómo Rebeca y Francis prácticamente se ponen alertas ante esa situación. No puedo creer que tanto le teman a este inútil y no puedo creer que este inútil sea capaz de arruinar de esta manera, esta  tranquila mañana, por ser tan revoltoso.

Él busca algo en el armario de la sala, que siempre está cerrado y creo que no encuentra lo que busca porque está aún más enojado que antes.

-Señor, el almuerzo está listo.- Anuncia Rebeca.

-Ya lo sé, Rebeca, ya lo sé- Responde él de mala manera, ella asiente y cabizbaja se retira. Pobrecita, ¿qué culpa tiene ella de sus asuntos?

¡Maldita sea! ¡Estoy de buen humor! No quiero sentir esta extraña tensión a causa de este sujeto que no sabe manejar sus asuntos con tranquilidad y calma.

Lo último que se oye es el azote que le da a la puerta de su oficina, sin pensarlo dos veces. Sin pensarlo mucho, de hecho, voy tras él. Sin tocar, abro la puerta, él voltea a verme sorprendido por verme allí. Veo en su escritorio el paquete de cigarrillos y un encendedor, lo agarro y saco uno. Él aún me observa y murmura algo sobre unos papeles y el lugar donde podrían encontrarse. Me llevo el cigarrillo a la boca y lo enciendo.

Estoy más que segura que ha cortado la llamada sin terminar la conversación porque mete su celular en el bolsillo y me observa fijamente. Doy una calada y suelto el humo, no es la primera vez que lo hago, en la casa del Maestro aprendimos varias cosas.

-¿Qué haces?- Pregunta. Me siento frente a él, encima del escritorio.

-No entiendo como algunas personas dicen que fumar alivia el estrés y ese tipo de cosas, pero...- Se lo muestro y se lo doy.

-¿Me incitas al vicio?

-Sólo será un vicio si tú se lo permites, pero, no. Quiero que te calmes.

-¿Y vienes a calmarme, muñequita?- Se lleva el cigarrillo a la boca con una sensualidad única en su ser y a los segundos suelta el humo.

-Sí, porque no puedes desquitarte con cualquiera por tus problemas.

-Estoy tensionado... necesito...- se acerca a mi oreja y susurra:- sexo.- cierro los ojos con fuerza. ¡Su presencia es tan intensa!

-Lamento mucho no poder dártelo.... Me bajo del escritorio y camino hasta la puerta- El almuerzo está servido, mejor vamos.

¿Desde cuándo se deja manipular con tanta facilidad?

-Muñequita, no pasará mucho tiempo hasta que te tenga conmigo...- Dice pasando a mi lado sin mirarme siquiera, pero su voz ha llegado hasta el fondo de mi ser estremeciéndome.

Completamente Tuya *(Norman Reedus)* #PTWDNR2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora