Capítulo uno.

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Denébola.

Cerré mi casillero y maldije entre dientes, olvidé mi libro de historia en mi auto; la campana aún no sonaba así que tomé mi bolso del suelo y me dirigí al estacionamiento. El tacón de mis botas dejó de hacer ruido cuando salí al exterior, la gente bajaba de sus autos y hablaban con sus amigos disfrutando del tiempo que quedaba antes de que las clases dieran inicio, caminé con cuidado de no caerme con el hielo que se empezaba a formar, después de todo era enero y las bajas temperaturas apenas iban a comenzar. Lo cual yo disfrutaba mucho.

Un cuerpo grande y pesado impacto conmigo, las asas de mi bolso se resbalaron de mis hombros y mis pocos apuntes cayeron al suelo, sentí una mano en mi espalda impidiendo que yo cayera también; me alejé del idiota que había chocado conmigo y di un paso atrás.

-Eres un imbécil- dije bastante furiosa.

-Lo siento, no era mi intención. ¿No te quemé?- preguntó. Ahora sabía quién era.

¿Eh?

Fruncí el ceño y después entendí, en su mano tenía un cigarrillo encendido y estaba frente a mi estómago que sólo lo cubría una blusa negra lisa, bajé la mirada a la blusa y como era de esperarse tenía un orificio donde el cigarro había quemado. Mi piel, por supuesto, no tenía ningún rasguño ni mucho menos un quemadura. Moví la cabeza aburrida de la situación y me agaché a recoger mis cosas, el idiota hizo lo mismo y me ayudó sin que se lo pidiera; cuando terminé, me levanté y un viento extraño sacudió mi cabello plateado, casi sonreí sabiendo que mi hermano estaba muy cerca. Sin dirigir palabra me fui de ahí pasando a un lado de Adam Brown.

- ¡Oye...! ¡Tu blusa...!- me gritó de lejos.

Levanté una mano para que se callara, pero no me detuve al caminar. Me dirigí a mi BMW convertible negro que estaba a lado de otro exactamente igual, donde mi hermano gemelo estaba inclinado sobre el cofre sonriendo con picardía.

- ¿Qué estaba pasando allá?- preguntó cuando llegué a mi auto.

-Ese chico me quemó con su cigarrillo.

- ¡Ja!- se burló por la palabra: quemar. Subió una ceja como diciendo ¿De verdad? ¿Te quemó?

-Bueno... quemó mi blusa y piensa que también a mí, pero sabes que eso es... imposible- me encogí de hombros.

Terminé de sacar el libro que necesitaba y cerré la puerta del auto, poniendo la alarma. Me puse a lado de mi hermano gemelo y comenzamos a caminar rumbo a la escuela.

- ¡Cielos!- se quejó frotando sus manos al frente-. No entiendo cómo no tienes frío. En estos tiempos te tengo un poco de envidia, luego recuerdo lo guapo que soy y se me pasa.

-Somos gemelos, idiota- le recordé-. Y es genial no tener frío nunca, excepto en verano, odio esa época.

-No importa, sigo siendo mucho más guapo- dijo guiñándome un ojo.

Le di mi mirada, esa que callaba a todos, pero desgraciadamente en él no tenía el mismo efecto. Éramos idénticos, bueno, no tan idénticos, él era hombre y yo mujer, pero las similitudes eran claras, ambos teníamos el cabello plateado, que me encantaba, y unos ojos... lindos, la misma altura, los mismos finos rasgos, la misma... rareza.

- ¿Recuerdas la vez que salvé tu trasero por el incidente en el aula de computación?- preguntó no tan casualmente.

-Eh... sí- respondí entrecerrando los ojos hacia él. Lo conocía muy bien y era obvio que quería pedirme algo-. Ve al grano ¿Quieres? La campana ya va a sonar.

- Bien. Mamá no me dejó ir a la fiesta de esta noche- dijo, como si eso lo aclarara todo.

- ¿Y eso a mí qué me importa?

Cygni.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora