Capítulo ocho.

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Adam.

—Adam...

—Vete a la mierda, Zac.

Zac cerró los ojos con frustración y después siguió su camino lejos de mí, como había sido toda la semana. Pasé de lado, dirigiéndome al salón de biología, era raro no hablar con Zac, pero eso debió pensar cuando decidió traicionar mi confianza.

Entré al salón, tarde, y los únicos lugares vacíos eran los de la esquina, me senté donde siempre y miré a mi lado, la silla estaba vacía, recordandome la ausencia de Denébola Brentham. Ella siempre se sentaba ahí y yo, para molestarla, me sentaba a su lado.

Habían pasado tres días desde la última vez que la vi, desde la última vez que alguien la vio, me preguntaba dónde estaba y por qué se había ido. Mi padre decía que un hombre curioso podría conquistar al mundo, y ahora yo me sentía el hombre más curioso de todos. Todo era tan extraño, Denébola fue golpeada por cinco jugadores de fútbol americano y yo podía jurar que de su nariz goteaba un líquido negro, pero ¿qué era? No lo sé. Ella y su familia se habían ido ese mismo día ¿A dónde? Tampoco lo sabía.

Y más curioso de todo era la mirada de Dené cuando me suplicó que no dijera que los había visto, su miraba y el tono de su voz hizo que algo en mí se rompiera por dentro, la vi mal y vulnerable, no sabía qué le pasaba y eso era lo más... desconcertante. Dené nunca suplicaba, nunca decía por favor, jamás había visto a Denébola Brentham llorar y, sin embargo, sus ojos habían estado llorosos. Tenía que saber algo de ella, tenía que saber qué estaba pasando, porque en el fondo me importaba por algo más que sólo curiosidad.

La clase de biología parecía eterna, no podía dejar a pensar en los hermanos de cabello plateado. Cuando salí de clase lo hice sin prisa, porque no me gustaba salir apurado a cualquier lado, era un poco tonto, llegarías a cualquier lugar de todos modos. Megan estaba cerca, me atravesó con su mirada y le sonreí con burla, alzando mi mano y moviendo mis dedos para saludarla, cerró su casillero azotando la puerta y se fue hecha una furia. Ella se lo merecía, no iba a estar llorando por ella cuando no valía la pena, no era un jodido cabrón que jugaba con las mujeres, pero tampoco era un imbécil que iba a estar soportando que le vieran la cara.

Mi enojo se pasó cuando a lo lejos vi una figura de pequeño tamaño y piel morena con ropa de colores llamativos despidiéndose de una chica junto a ella, apresuré mi paso hasta alcanzarla justo cuando quería entrar a una clase más.

—Emma ¿cierto? —le pregunté, bloqueando su paso.

—Cierto. ¿Qué se te ofrece, Adam Brown?

Me fui un poco más alejado del bullicio de la gente, esperando que me siguiera y como lo hizo, le dije en tono casual:

— ¿Has sabido algo de Deneb y Denébola? Lo que pasa es que tengo que hablar urgentemente con Den y no lo encuentro.

—Mmm... no, lo siento. Yo también estoy preocupada por ellos —dijo, como si me entendiera de algo.

—Yo no estoy preocupado... sólo... —dije, tratando de convencerla a ella y a mí.

— ¡Oh! Lo siento —se disculpó, hablaba rápido y con energía como si hubiera desayunado un bote entero de proteínas—. No sabía que era un secreto. Ya sabes... que te gusta Dené —agregó al ver que no estaba en su mismo canal.

—A mí no...

—De cualquier modo, no se nada de ella —me interrumpió—. No contesta mis llamadas y no la he visto. Ayer fui a su casa y sólo encontré a la asistente de su papá, me dijo que ellos estaban enfermos o algo así, que no los podía ver, pero que estaban bien, y que si sabía algo de Ross, pero no entendí nada de lo que dijo. Era muy raro ¿Sabes? Porque en todo el tiempo que llevo de conocerla jamás se había enfermado. Supongo que siempre hay una primera vez. Pero aun así creo que iré a verla hoy también, espero poder entrar porque la casa ayer estaba cerrada, sólo porque encontré a la secretaria de...

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