Capítulo trece.

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Denébola.

Mi reflejo no me convencía. Era exactamente la misma persona, con los colores que siempre había usado, pero me sentía diferente. 

El pequeño espejo  en mi nueva habitación no mostraba mi cuerpo completo, así que bajé la mirada y me miré. Un pantalón de cuero grueso y negro ajustaba mis piernas (y vaya que las ajustaba), mientras que en mi torso sólo llevaba puesto un top del mismo material, unos diez centímetros de mi abdomen quedaban al descubierto. Esa misma mañana, Atria había llevado esa ropa para mí, también dijo que me llevaría más esa tarde, esperaba que las demás no fueran tan ajustadas y fueran un poco mas lindas que esas.

Suspiré resignada, mientras notaba lo extraño de mi cuarto. Una cama pequeña, armas sobre las paredes y un mueble extraño para guardar ropa.  Volví a suspirar, pero esta vez salí del cuarto. 

Me encontré a Ross demasiado cerca.

— ¿Acaso me vigilas? —me enfadé.

—No. Mi habitación está justo a lado de la tuya —señaló una puerta cercana; subí una ceja sin estar completamente convencida—. Subí a dejar unas cosas, te estamos esperando en el comedor.

— ¿Dónde está Deneb? —pregunté desconfiada.

—En el comedor. Si dejas de discutir podemos ir allí —con caballerosidad extendió una mano y señaló el camino para que avanzara.

—Sólo voy porque es probable que me pierda —dije para evitar que él ganara.

Avancé por el pasillo, con el brazo de Ross rozando el mío; los pasillos no eran muy amplios, así que no pude hacer mucho. En las paredes, como si fueran algún tipo de decoración, distintos tipos de armas colgaban, listos para tomarlas y luchar con ellas en cualquier momento.

— ¿No crees que necesitan otro tipo de decoración? —pregunté con burla—. Unas pinturas no estarían nada mal.

—Quizá tengas razón, pero unas pinturas no servirán de mucho si llegan a atacar la Academia.

— ¿Alguna vez la han atacado?

—Sólo una.

No dije nada más y continúe caminando como si supiera a dónde iba, cuando en realidad Ross era quién me guiaba o quién me tomaba del brazo cuando iba a tomar el camino equivocado. Pero es que el camino era tan confuso, había puertas y pasillos por todos lados y todo parecía exactamente igual; alguna que otra mesa que brillaba como si fuera de oro era vista muy de vez en cuando, pero en general todo era lo mismo.

Las puertas del comedor eran gigantes y parecían muy pesadas, lo confirmé cuando las empujé. Todos me observaron al entrar. La nueva llegando, es de quién habla la profecía; me imaginé todas las cosas que pensaban y no pude evitar regresar mentalmente a mi primer día en Dayton. Quería gritarles a todos e irme, pero Adam también estuvo presente en ese recuerdo y él me había dicho que no permitiera que nadie me dijera quién era o quién debía ser; si me hubiera ido en ese momento ellos hubieran ganando. 

Las personas sólo son vulnerables cuando llega el momento en que dependen de otra persona, de lo que piensa y lo que dice de ellas, pero nadie puede lastimarte de eres dueña de ti misma.

—Sígueme —ordenó Ross.

No estaba tan segura de hacerlo, pero no conocía nada de lo que había, así que fui detrás de Ross, esperando ver a Deneb en cualquier lugar e ir con él cuanto antes.

Mis ojos observaron todo el lugar, iban de un lado a otro; viendo grandes mesas doradas, con grandes sillas de cojines rojos que parecían muy cómodos, algunas mesas estaban llenas, cygnis peculiares hablaban entre ellos o sólo se dedicaban a comer. Me recordó a la cafetería de la escuela, sólo que sin el olor a adolescentes sudados y el ruido que hacía la mesa del equipo de fútbol; por primera vez en toda mi vida extrañaba su ajetreo habitual.

Cygni.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora