Capítulo nueve.

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Deneb.

La película se reproducía, pero no era capaz de poner atención. Mi padre estaba sentado en la otra esquina del sofá, con la computadora en sus piernas; mi madre estaba en la cocina viendo cómo matar el tiempo; y Dené estaría en playa o dando una vuelta por ahí, no había mucho que hacer en una isla privada. No entendía por qué a muchos millonarios les gustaba esa idea, nosotros sólo lo hacíamos por necesidad.

Mi padre cerró la computadora y se quitó las gafas de montura negra, las dejó a un lado y se frotó los ojos; puse pausa a la película y lo miré, estaba cansado, seguro por problemas en la empresa y él no podía solucionarlos desde aquí.

— ¿Todo bien? —pregunté.

—Sí, sólo que es difícil manejar una empresa empresa distancia —asentí; me sentía culpable—. Algún día esa responsabilidad caerá en ti, Den. ¿Estás consciente de eso? —preguntó serio.

No tenía una respuesta porque no sabía lo que nos esperaría al día siguiente. Antes sabía que la empresa quedaría en manos de Dené y mías, y estaba feliz por ello porque me encargaría de que el trabajo y el nombre de mi padre siguieran vivos cuando él ya no estuviera, pero... ahora no estaba seguro si podría hacerlo.

—Cuando yo muera, hijo —siguió él, con calma y seriedad—, la mitad de la empresa será tuya y la otra mitad será de Dené. Pero es tu responsabilidad sacarla a flote, Dené claro que puede hacerlo, pero ella es más solitaria y me encantaría que se lance a vivir (aunque podría apostar que tu hermana no te dejará solo), y confío en ti para ser el hombre de la familia Brentham. Sé que puedes.

Sólo me preguntaba si tendría la oportunidad de cumplir el deseo de mi padre.

—Lo haré —le aseguré—. Me aceptaron en Harvard —le conté con una sonrisa.

— ¿Qué? ¿Cuándo pasó eso? —preguntó emocionado; él había usado los colores carmesí cuando era un joven universitario y estaba seguro que le agradaba la idea de que yo también lo hiciera—. No sabía que habías mandado solicitud.

—No lo hice —confesé—. Ellos me contactaron y me aceptaron, tienen un lugar con mi nombre.

— ¡Eso es estupendo! ¿Quieres ir o estás considerando otras opciones?

Lo pensé por un minuto.

—Quiero ir.

—Pues no se hable más. Irás a Harvard. Mi hijo irá a Harvard. Estoy tan orgulloso.

—Iré mientras pueda— dije—. ¡Diablos! Soné igual de pesimista que Dené —me quejé, yo no era así.

—Todo se va a arreglar, Den. Somos poderosos y nadie va a terminar con esta familia —aseguró.

—Lo sé. Iré por agua ¿quieres algo?

Negó y yo fui a la cocina, donde mamá se apresuró a darme la espalda, sus hombros subían y bajan con brusquedad y me acerqué a ella. La abracé por detrás, no pude decir nada, no sabía exactamente por qué lloraba, pero la situación de estar escondidos para que no nos mataran creo que era suficiente.

— ¿Qué pasa? —pregunté con suavidad.

—Nada. Nada. Es que... —un sollozo se le escapó cuando me miró—, escuché lo de Harvard —volvió a sollozar—. Tú y tu hermana deberían estar en la escuela, viviendo la vida de dos adolescentes comunes y no... aquí.

—No sé si no te has dado cuenta, madre, pero... no somos normales ni comunes— dije con gracia—. A menos que también puedas controlar el viento y no nos hayas dicho.

Cygni.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora