Capítulo veinticuatro.

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Denébola.

Las alturas me gustaban, cuando cumplí dieciséis años hice salto en paracaídas y fue una experiencia increíble. El aire asotó con mucha fuerza en mi cara y mi estómago cayó de emoción, pero en esos momentos mi mente se despejó más que nunca. Por ese motivo llevaba media hora sobre la pared de escalar de la sala de armas, sólo pensando en algún plan... por suerte la idea llegó mientras veía las distintas zonas de la sala. Todos los Cygnis iban de una lado a otro pero ninguno estaba en dos lugares a la vez y ninguno podía ver lo que pasaba en todos lados, sobre todo las zonas más alejadas.

Sonreí mientras en mi cerebro se desarrollaba la idea, pero no podía hacerlo del todo sin ver los mapas.

Antes de poder bajar de la pared de diez metros un torbellino de aire entró a la sala, pero no era Deneb quien lo provocaba. Al centro de la sala apareció Ross y gritó:

— ¡La sala está cerrada! ¡Todos fuera! —era una orden muy clara y directa, aún desde donde yo estaba podía ver que estaba furioso, todos se dieron cuenta de eso y lo miraban llenos de confusión—. ¡AHORA!

Todos salieron rápidamente, como si tuvieran miedo de que Ross golpeara al último en salir. Relativamente nuevos Cygnis, así como antiguos de ellos, sabían quién era Ross y el poder que tenía dentro de la Academia y fuera de ella también. Me quedé ahí viendo cómo  Ross comenzó a ir de una lado a otro a una velocidad increíble mientras golpeada cada cosa que se metía en su camino con una furia que sólo utilizaba en las batallas.

Bajé de la pared sin hacer ruido pero poco importó ya que él siguió en su asunto, traté de seguir sus movimientos pero incluso en ese momento Ross era demasiado estratega para seguir un patrón, así que sólo incendié en donde creía que iba a pasar pero ninguna di en el blanco, sin embargo Ross llegó a mí de la nada.

—Oye, tranquilízate, sólo soy yo.

— ¿Tranquilizarme? ¿Contigo? —estaba furioso, parecía que sus ojos iban a salir de sus órbitas, levantaba las manos constantemente y las cerraba con fuerza, y sus nudillos de ambas manos tenían heridas abiertas llenas de sangre—. Yo estaba perfectamente bien creyendo que no sentía nada pero tú empezaste con todo eso...

—Pero de qué...

— ¿Por qué no sólo me dejaste creer que yo estaba bien sin ningún sentimiento? —no me dio tiempo de responder, hablaba rápido pero comenzaba a entender de qué hablaba—. ¿Por qué no solo dejaste que creyera que me gustabas?

—Esto es sobre Sinistra ¿no?

—Tenías que insistir en que admitiera mis sentimientos, ahora todo es... se fue... ¡Por las malditas estrellas!

Se sentó en el suelo y por primera vez desde que lo conocía se veía de un modo vulnerable. No entendía del todo, en realidad no entendía nada. Sólo una cosa era segura: todo era sobre Sinistra. Ella ayer había mencionado las debilidades de Ross y sólo dijo dos, en ese momento vi la tercera.

Me senté a su lado a una distancia prudencial dado el hecho de que estaba enojado conmigo.

—Perdón si fui muy entrometida —dije. Me sentí como... muy chismosa—. Sólo hacía lo que creía correcto, pero me disculpo. No te volveré a decir nada de ella o de tus sentimientos. Lo prometo —sólo asintió sin mirarme realmente, se había sumergido en sus pensamientos pero al menos ya estaba más tranquilo. Me levanté y comencé a irme, en serio quería irme sin más pero no pude—. Sólo respóndeme esto... ¿Por qué no? ¿Por qué sería tan malo?

Él entendió a qué o quién me refería.

—No creo que a algunas personas les parezca correcto —respondió con una voz pausada.

Cygni.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora