Capítulo cuatro.

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Denébola.

La puerta de la caja gigante donde estaba apunto de entrar se abrió y solo dudé un segundo antes de entrar, di un paso adentro y quedé encerrada dentro de una caja de tres metros de puro metal sólido, que estaba en medio de una gran habitación. No podía ver nada del exterior, pero sabía que los demás si podían verme a mí, además de escucharme.

—Bien, Denébola, te voy a explicar cómo funciona —la voz de Víctor me llegó por alguna de las bocinas de la cápsula o lo que sea que era, asentí con la cabeza, pero era raro ya que no había nadie cerca así que dije sí en voz alta y él siguió explicando—. Sabemos que tus manos soportan cualquier cantidad de calor porque, de hecho, eres capaz de producirlo tú misma, también sabemos que tu cuerpo resiste el calor, pero... queremos ver hasta qué punto.

Podía oír la emoción en su voz, me imaginé a Víctor hablando a través del micrófono y Emily a su lado tomando notas de todo, la señora Young negando con la cabeza pensando que esto es una mala idea, Clakson a la espera de algo interesante, probablemente con una sonrisa torcida en su rostro, acariciando su apenas crecida barba. Mientras que mi madre estaría sentada apunto de saltar si era necesario, y papá checando que todo estuviera en orden, dejando ver el líder que era, Deneb estaría de brazos cruzados viendo atentamente una de las cámaras para no perderse nada.

— ¿Voy a arder toda? —pregunté.

—Exacto. Subiremos la intensidad con el tiempo y queremos ver la resistencia que tienes, la cápsula está construida con el metal más fuerte de la tierra así que no habrá peligro.

—Bien, ya hazlo.

No escuché su respuesta y sólo me quedé parada en medio del espacio reducido que había. Después de unos segundos un fuego que yo no había creado comenzó a salir de las cuatro orillas de la caja, las llamas crecían y pronto se acercaron a mí, mis pies estaban en medio de las llamas, pero no sentía nada, sí, era consciente de que ahí estaban, aunque no había ninguna sensación que me advirtiera de su presencia. Más fuego salió y ahora también lo hizo de las esquinas de arriba, y aún no se sentía nada, estaba rodeada de llamas y no podía sentirlas.

— ¿Qué sientes, Denébola?

—Nada.

— ¿Nada de nada? — volvió a preguntar, no me creía por completo.

—No, nada —repetí frustrada.

—Subiremos la temperatura.

Si hizo algo, no lo noté. Aún no podía sentir nada, aun cuando mi cuerpo estaba rodeado de llamas y yo caminaba de un lado a otro en medio de ellas. Víctor seguía diciendo que aumentaría el calor, pero aún no sentía ningún cambio.

—Voy a apagar las cámara, Denébola —dijo de pronto—. Aún podremos escucharte así que comunica con nosotros todo lo que veas o sientas, no podremos verte.

— ¿Por qué las vas a apagar? —pregunté.

—El traje que tienes está diseñado para soportar el fuego, pero no creo que aguante lo mismo que tú. Subiré más la temperatura así que es mejor prevenir.

—O sea si me quedo desnuda. Sí, es mejor prevenir.

Más y más fuego salió de todos lados y poco a poco fui sintiendo un calor en mi cuerpo, el fuego no me hacía daño, sólo se sentían como unas pequeñas caricias. Todo se volvió color rojo y naranja, no sabía donde estaba la pared de metal porque el fuego estaba por todos lados, creo que lo respiraba, pero por alguna muy extraña razón no me hacía nada, de hecho se sentía como el aire más limpio que había respirado en toda mi vida.

Cygni.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora