Capítulo dos.

377 30 7
                                    

Denébola.

Mi hermano estacionó donde siempre lo hacía y apagó el auto. Era raro venir con él, siempre veníamos por separado, no tenía idea de por qué, pero así lo hacíamos, sin embargo, aquella ocasión mi malvado padre no me dejó tomar mi coche para que estuviera todo el tiempo donde Deneb estuviera, o sea, que no me escapara.

Suficiente había sido que mi mamá insistiera que me arreglara para la fiesta; tenía toneladas de ropa de toda clase, de gala, formales, shorts, pantalones, tacones, botas, vestidos... pero sólo usaba los de tonos oscuros y ahora, por complacer a mi mamá, me había puesto un vestido holgado que me llegaba a los muslos, tenía tirantes y había colocado unos collares dorados en mi cuello para que hicieran conjunto con el color amarillo, no uno encendido sino uno opaco, era bastante bonito, pero sentía que me hacía resaltar más y no me gustaba mucho esa idea.

—Me engañaste— me quejé con mi gemelo. Salí del coche y azoté la puerta del copiloto.

—¡Oye, oye! Tory no tiene porqué recibir tus malos tratos— rodé los ojos, era un imbécil cuidando su carro—. Además, no te engañé, después del partido iremos a la fiesta.

Ya no discutí. Caminé junto a él y fuimos a los campos de fútbol de la escuela, muchos chicos de mi edad y más jóvenes pasaban a mi lado corriendo o excitados por la emoción del partido, algunos llevaban trompetas, unos iban vestidos con los colores de la escuela y otros llevaban pintado el rojo, azul y blanco en la cara. El ruido de la banda en la cancha ya empezaba a serme familiar aunque aún no llegábamos, cientos de gritos hacían que empezara a odiar todo y aún no comenzaba nada.

— ¡Denébola!

Me giré a donde había escuchado que Emma gritó mi nombre y la vi corriendo hacia mí, a su lado, tratando de seguirle el paso, estaba el chico nuevo, Ross. Detuve mi caminar y Deneb lo hizo conmigo, puso su mano en mi hombro y sentí cómo se tensaba, no entendí por qué, Emma no era su amiga, pero él siempre había sido amigable con todos.

—¡Dios mío! ¡Sí eres tú!— gritó con energía; ella siempre tenía energía, pero ahora parecía que podía explotar en cualquier momento—. Te vi de lejos y dije: no, no puede ser ella, nunca viene a estar cosas. Y después vi a Den... Deneb— corrigió, parecía que había recordado a mi gemelo, se ruborizó un poco cuando lo vio, que era difícil de ver dada su piel morena, y siguió con menos gritos—. Y vi que si eras tú. ¿Qué haces aquí? ¿Irás a la fiesta más tarde? Podemos sentarnos juntos, también invité a Ross.

Miré a mi hermano que tenía una mueca de diversión y extrañeza, me miró y después de un momento se encogió de hombros.

—Supongo que podemos ir con ellos.

—¡Excelente! ¡Vengan, vamos a buscar asientos!—comandó Emma.

Se hizo un silencio raro entre nosotros tres cuando Emma se adelantó y comenzó a caminar rumbo a las gradas. Miré a Ross, que era unos diez centímetros más grande que nosotros, estiró la mano invitándome a pasar y seguí derecho, tratando de divisar a Emma entre los grupos de personas. Cuando la vi, ella ya estaba tomando asiento en las gradas de enmedio, subí las escaleras y me senté a su lado, junto a ella, Ross, y mi lado lado, mi hermano. Me desplomé en mi asiento y dejé salir el aire, iba a ser una larga noche.

Los gritos y la música seguían y seguían, todos de pie apoyando al equipo de Carroll High School los increíbles Patriotas. Ni siquiera sabía quién era la escuela contrincante, pero veía los colores naranja y azul en otros alumnos de esa escuela y en padres de los jugadores. Deneb de vez en cuando también participaba en los gritos y Ross se veía como si estuviera tieso en su lugar, pero no me importaba.

Cygni.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora