Capítulo seis.

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Deneb.

Bajé trotando las escaleras mientras tomaba mi libro de química con una mano y abría mi bandeja de mensajes con la otra, sonreí y negué con la cabeza cuando volví a ver los tan insistentes mensajes de Alice diciendo que la ayudara a estudiar de historia, qué ridículo si yo no era el mejor en historia, ella sólo quería repetir lo del viernes en la noche, pero eso no iba a pasar.

Di media vuelta cuando bajé por completo las escaleras y me topé con la persona que no quería ver: Alice. Me sonrió mostrando sus dientes, alzó su pecho para hacer notar su escote y dio un paso acercándose peligrosamente a mí. No retrocedí.

—Justo la persona a la que quería ver —dijo, podía sentir su aliento rozar el mío y su perfume picaba en mi nariz.

—Alice... —sonreí—. Cuánto tiempo sin verte.

—Tienes razón, el fin de semana es muy largo sin ti —me dijo, se acercó más, como si eso fuera posible, y sus pechos tocaron el mío.

—Es una lástima que me tenga que ir, lo siento. Llevo algo de prisa —traté de rodearla, pero ella puso una mano sobre mi tórax y me empujó suavemente de regreso. 

— ¿Estás tratando de huir de mí, Deneb? —preguntó. Sonreí para evitar darle una respuesta que no le fuera a gustar—. ¿Sabes? Creí que podrías ir a estudiar esta tarde a mi casa. El viernes parecía que nos acoplábamos bien.

—No puedo estar tarde, lo siento —no lo lamentaba. Alice era bastante acosadora y no era muy mi tipo.

Un ruido nos interrumpió y volteé para ver lo que pasaba. Dos personas se encontraban en su suelo recogiendo sus cosas, en seguida divisé el cabello plateado de mi hermana, que aunque estaba tapado con un gorro negro, todavía se alcanzaba a distinguir las puntas. Ambos se detuvieron, supongo que chocaron y la otra persona, creo que iba dos cursos debajo del mío le dijo:

—Lo siento.

—No importa —contestó ella bruscamente, algo habitual en Dené, no era como si lo hiciera a propósito. Se fue de ahí y dejó al otro chico con la palabra en la boca, negué con la cabeza por su forma de actuar y dejé de ver la escena cuando Alice soltó comentarios estúpidos.

— ¡Qué pena de Denébola sea tu hermana melliza! —fruncí el ceño, no entendiendo lo que quería decir—. Me refiero a que, bueno, tú eres tan bueno y guapo, y amable. Y ella es... horrible. Es guapa, sí, pero es una pesadilla, nadie la qui...

—Será mejor que no termines esa oración —la amenacé. Me miró con los ojos muy abiertos y retrocedió un poco, dándome espacio para respirar otra cosa que no fuera sus horrible aroma—. No vuelvas a hablar así de mi hermana. Ni siquiera digas su nombre.

—Pero yo...

—Ya lo sabes —la corté—. Y ¿sabes qué? Nunca iré a estudiar contigo, no porque no tenga tiempo, sino porque tengo mejores cosas que hacer.

Me fui de ahí, furioso; me molestaba muchísimo escuchar que hablaran de mi hermana. No tenían derecho porque ni siquiera la conocían, no tenían idea de lo que había pasado, había enfrentado más dolor que cualquiera de estos imbéciles en toda su vida y aun así no se detenían a pensar por un segundo la razón de su actuar.

Seguí mi camino, tenía clase de química y esa clase me agradaba, más que nada porque estaba con todos mis amigos, era la única clase en la que coincidíamos todos. Así que me apresuré a caminar por los pasillos llenos de estudiantes apresurados igual que yo, pero de pronto, de la nada, como si hubiera aparecido por arte de magia, Ross estaba a mi lado impidiéndome pasar.

Cygni.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora