Capítulo treinta y uno.

204 16 0
                                    

Atria.

Había salido del ruedo por primera vez en varios días ¿Cuántos? No lo sé, porque parecía toda una vida, una muy dura.

Observé a Deneb desde las gradas, como él me había visto días antes. Todos dejaban un espacio considerable a mi alrededor, pero para mí no era suficiente, sentía que me asfixiaba, que no era suficiente la lejanía con ellos, ni siquiera podía poner atención a la batalla dentro, porque me mantenía alerta en cada momento, desconfiando y con miedo a que en cualquier instante me atacaran, me tocaran o me dijeran cosas que ya no podía soportar.

Cuando levanté la mirada vi que el Rey y su hijo miraban a Dened desde el palco, observaban sus movimientos y el poder que tenía, susurraban entre ellos, otra vez lo estaban probando pero ahora sus habilidades. Alkes miró en mi dirección e inmediatamente bajé la mirada al ruedo, después de unos segundos comprobé si había dejado de mirarme pero no... sólo me sonrió y me guiñó un ojo, alejó su vista y le señaló a su padre algo que Deneb había hecho. Me hundí más en mi asiento, con un escalofrío que recorrió toda mi espalda y no volví a mirar directamente en esa dirección, sólo cuando se fueron me pude relajar un poco.

Traté sólo de concentrarme en la pelea y nada más. Deneb definitivamente sabía pelear pero ese día no se controló para nada, creo que de cierto modo le ayudó el combate... estaba sacando todo el coraje que tenía guardado desde que llegamos, ése que sólo iba creciendo con cada cosa que nos pasaba. Era letal con todos ellos, no les daba respiro ni descanso, acababa con ellos mucho más rápido que yo. Al principio, cuando vieron que lo elegí a él y, claramente, iba a salir, se ofrecían como voluntarios para luchar contra Deneb, todos querían la oportunidad de golpearlo o herirlo, jamás imaginaron que apenas iban a poder tocarlo.

Yo no hubiera salido. El orgullo era lo único que me quedaba ahí, me lo estaban quitando todo, pero en esa ocasión tuve que dejarlo de lado. Sacrificios. Yo sabía que había que hacerlos y lo hice por Deneb, si verme fuera le hacía sentirse más tranquilo lo iba a hacer...

No sé cuánto tiempo pasó hasta que lo dejaron salir, creí que sólo estando dentro perdía la noción del tiempo, pero no... también estando fuera no tenía una idea clara de nada. Y eso me aterró, no podía perder el control de mis sentidos. Simplemente no podía perderme.

— ¿Estás bien?

No me di cuenta cuando Deneb llegó hasta mí, sudando, sangrando y con los músculos tensos, era lo más bello de ahí a pesar de todo. Compuse mi expresión, odiaba que se preocupara tanto, que se alterara por cada cosa que me pasaba, odiaba que se sintiera mal; le sonreí y me levanté para ver qué tan herido estaba.

—Peleaste muy bien.

—No respondiste lo que te pregunté.

—Yo no peleé, claro que estoy bien —volví a sonreír y me pregunté porqué me aferraba a decirle que todo estaba bien cuando era obvio que no era así, que ya no podía estar más tiempo ahí. Él lo sabía, dio un paso hacia mí con la intención de abrazarme pero se detuvo, creo que fue porque todo ese tiempo le dije que no quería que me vieran como alguien débil; lo abracé yo y él me recibió de buena gana, sorprendido y confundido—. Vamos a buscar eso para poder irnos de aquí —le susurré.

—Iré a cambiarme y nos iremos a dar un recorrido ¿si? —preguntó con voz más normal, despegándose de mí—. ¿Me acompañas a la habitación?

Asentí y me coloqué a su lado, tomando su mano.





No tardamos mucho en salir del castillo, algunos Oscuros se percataron de ese hecho pero Deneb y yo actuamos como si no temieramos nada, como si salir a dar un recorrido fuera lo más común que hacíamos. Deneb dijo que trataba de ir en orden aunque de reversa (a pesar de haber comenzado por la número uno) así que esa tarde nos dirigimos por el camino que conducía a la Torre Cinco.

Cygni.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora