Capítulo cinco.

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Deneb.

Toqué la puerta de Dené por tercera vez y no hubo respuesta, suspiré pesadamente y miré al cielo, mi hermana era de las personas más dormilonas del mundo y era difícil despertarla, dormía como una roca. Giré el pomo de la puerta y entré, en la cama no se veía a simple vista Dené, eran más almohadas y sábanas blancas que persona, me acerqué a ella y la vi boca abajo con los brazos extendidos a sus lados, su cara estaba volteada hacia mí y tenía la boca muy abierta, su cabello estaba muy alborotado y en todas direcciones. Aguanté la risa lo mejor que pude para no despertarla y activé la cámara de mi teléfono, tomé una bella foto de ella y volví a bloquear mi celular.

—Dené, tienes que despertar —le dije, moviéndola suavemente. Gruñó algo que no supe distinguir y se revolvió entre las sábanas dándome la espalda—. Tienes que despertar, ya todos desayunamos y tú no, el entrenamiento con Clarkson ya va a empezar —volví a moverla y sólo logré que llevará las sábanas hasta arriba y tapara toda su cara. Jalé las sábanas con brusquedad y las quité de todo su cuerpo—. Deja de ser tan holgazana. Levántate.

— ¡No!

Se revolvió otra vez y tapó su cara con una almohada.

—Bien, te llevaré así —sin previo aviso,la tomé por la cintura y la jale, pero se resistió así que lo hice más fuerte hasta que logré colocarla en mi hombro.

—Den, para. Por favor. Ya me voy a levantar —chilló.

— ¿Prometes que no te vas a volver a dormir? —le pregunté con desconfianza. Aun la tenía en mi hombro y se movía con brusquedad, era alta y fuerte, pero yo era más y tenía los músculos más marcados, los de ella eran de una bailarina y los míos eran de un nadador.

—Sí, lo prometo —concedió, después de rendirse.

La bajé al suelo y me dio su mirada, muchas personas en el colegio le tenía miedo, pero para mí era como la mirada de un cachorrito. Y su imagen de recién levantada no ayudaban mucho a su propósito de intimidarme.

—Te quiero en la sala B en cinco minutos —le dije sonriendo—. Si no, subiré por ti.

—Sí, sí. Ya voy.

— ¡Ah! —dije antes de salir por la puerta, regresé a donde ella estaba y le di un beso en la frente—. Buenos días.

Me alejé antes de que me golpeara y alcancé a cerrar la puerta antes de que una pantufla impactara en mi cara.

Caminé con el celular en la mano, viendo los últimos mensajes que tenía, algunos eran de Caleb y Tommy, y otros que no me tomé la molestia de leer eran de Alice, ella si que era bastante insistente. Apagué el celular y fui a la sala B, ya que la principal, o también llamada A, había quedado destrozada por lo de ayer, cuando entré a la sala, que era prácticamente igual a la otra, todos ya estaban presentes así que tomé una botella de agua del minibar y bebí un trago, mientras escuchaba lo que decían.

—Ayer por la noche los sensores de movimiento captaron algo y se activaron —estaba diciendo Víctor. Fruncí las cejas, mi padre caminaba con los brazos cruzados en su espalda y escuchaba con atención—. Pero cuando revisamos las cámaras no encontramos nada.

— ¿No pudo ser un animal? —pregunté.

—No lo creo —me contestó, negando con la cabeza—. Los sensores captan el calor de cuerpo y están programados para sólo detectar el calor de algún animal grande o un humano.

— ¿Y las cámaras no captaron nada? —indagó mi padre.

—No.

—Tenemos puestas cámaras en el bosque y...—Emily parecía nerviosa por lo que iba a decir, pero continuó— no captaron ningún animal, sólo se ve que las hojas se mueven muy rápido porque algo pasa entre ellas, y toma diferentes direcciones, pero... no tenemos nada más.

Cygni.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora