Capítulo veintiocho.

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Atria.

Me levanté de la cama, tratando de no despertar a Deneb que aún dormía a mi lado; pero creo que levantar su mano de mi cadera no era precisamente sutil. Él estaba despierto para cuando yo sacaba la ropa que me habían dado la noche anterior, pero Deneb Brentham fingía estar plácidamente dormido. No sé si lo hizo para no incomodarme o porque le gustaba la idea de mirar sin ser visto.

De cualquier modo, sonreí dándole la espalda y entré al cuarto de baño dejándolo pensar que yo no sabía que estaba despierto. La verdad es que no estaba segura de que en toda la noche hubiera logrado dormir bien, porque murmuraba cosas ininteligibles.

Una vez en el baño, deseé que hubiera un espejo donde mirarme y así arreglarme un poco, pero el aspecto no era algo que les preocupara a los Oscuros. Me habían dado ropas pero no eran de combate como las que yo estaba acostumbrada a usar, sino diferentes vestidos largos y sencillos, pero eran una clase de distinción; ellos quería que vistiera como una de ellos, de sus reyes, y no lo hacían por mí, ni siquiera eran de mi color, lo hacían por ellos. Porque me iban a odiar aún más. Sin embargo, me vestí.

Cuando salí de nuevo a la habitación, Deneb ya estaba cambiado con ropas con la misma finalidad que las mías pero no mencionó ese hecho.

— ¿Dormiste bien? —preguntó.

—Mejor de lo que esperaba —me encogí de hombros—. ¿Y tú?

—Sí, bien. Me haces bien —lo dijo de una manera tan convincente y tan real que de no ser por hecho de que yo había dormido con él, le hubiera creído. Pero lo dejé pasar—. ¿Cuál se supone que es nuestro itinerario?

—Creo que Cleeía iba a venir por nosotros, eso dijo anoche —le recordé.

—Ojalá nos lleve a desayunar. No hemos comido nada desde ayer. Aunque... —su mirada tenía algo de salvajismo, desapareció y después apareció frente a mí, posando sus manos en mis caderas y atrayendome hacia él—. Podemos comernos entre nosotros.

Solté una carcajada enorme, había sonado tan... no sé cómo, pero me hizo reír y recordar porqué me había gustado en primer lugar.

—No te rías —me reprochó en voz baja.

Y después me besó. Siempre que lo hacía me dejaba sin respiración, no porque fuera salvaje o porque me lastimara, era todo lo contrario. Era tan dulce y paciente que era yo la que necesitaba más. Deneb tenía eso, era como un veneno tan dulce que te hacía desear un poco más.

Antes de que yo pudiera decir otra cosa, unos golpes en la puerta nos detuvieron y la voz de la Cleeía sonó del otro lado.

—Los esperan para la hora del desayuno. Es falta de respeto contra el rey llegar después que él. Dense prisa.

—Algo me dice que ella nos va a dar muchos problemas —dijo Deneb, viendo a la puerta con los ojos entrecerrados, como si pudiera verla.

—Bajemos. No quiero romper las reglas del Rey.

—Mi dulce Atria, siempre respetando las reglas —se burló.

Puse los ojos en blanco, él besó mi sien y ambos nos encaminamos para ir al comedor. Después nos dimos cuenta de que no teníamos ni idea a dónde dirigirnos. Yo le dije que sólo era cosa de esperar a alguien y seguirlo pero Deneb, orgullosamente, se negó a depender de un Oscuro e insistió en que sólo había que seguir el olor de la comida. Lo seguí, conteniendo mis risas pero realmente no lo hice muy bien. Le costó varios minutos, varios giros innecesarios y varias maldiciones poder encontrar el camino correcto al comedor pero al final... lo hizo.

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