Capítulo treinta y dos. Parte tres.

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Sinistra.

—Tres —conté a través del comunicador.

—Dos.

—Uno.

— ¡AHORA! —gritó Denébola, innecesariamente a mi parecer.

— ¡Hierro y naturaleza, ahora! —grité.

La señal de fuego de Denébola apareció encima del Castillo, creciendo y esparciéndose por todo el lugar. Los Cygnis a mi cargo empezaron con el plan, empezaron a derribar los árboles a toda velocidad como iban; los más fuertes cubiertos por mi hierro corrieron y con toda su fuerza derribaron los pinos de su camino, algunos empezaron a avanzar por dónde podían. Yo y el resto con mi poder nos quedamos trabajando juntos, creando un gran puente para que el resto pudiéramos pasar por encima.

—Hay que ir subiendo —les dije al resto.

Conforme subí, mi equipo también, todos con las manos hacia enfrente y la mayor concentración que podíamos, creando hierro con cada paso que dábamos. Nos faltaba un buen tramo pero íbamos más adelantados que los que quitaban los pinos; a mi lado, los catlux pasaron entre mis piernas y a punto de tirarme pero no me molestó porque al menos ellos ya iban a empezar a pelear. Terminamos el puente antes de lo que pensamos y nos integramos a la pelea de inmediato, detrás de nosotros el resto de mi legión corrió a toda velocidad con sus armas en alto.

Saqué dos de mis cuchillos recién hechos y los llevé en alto, el primero lo clavé en el cuello de un tarado Oscuro que corría hacia mí, pero yo era mucho mejor y más rápida. Corrí y volví a correr, hasta intentar llegar al interior de la Torre. Mis cuchillos eran mi mejor arma, pero además sabía pelear y no me importaba ensuciarme las manos con todos ellos.

Era tan liberador, ni siquiera sabía con quién exactamente estaba peleando, pero yo era muy buena en eso. El combate cuerpo a cuerpo no me molestaba, de hecho por eso me gustaban los cuchillos pequeños, porque te permitían acercarte más a tu oponente, aunque sí hacía falta podía defenderme desde más distancia. Esa noche seguí avanzando, tanto como pude, escuchaba los avances de los demás o las órdenes de los demás capitanes, pero también intentaba ayudar a mi equipo cuando lo necesitaban. Vi Luz caer muertos pero los vi pelear hasta el último momento y esos eran los guerreros para los que siempre nos instruyeron.

Al llegar a la entrada de la torre me di cuenta que no iba a ser tan fácil sacar a todos de ahí, eran muchos más que nosotros al estar en su zona, así que sólo la mitad de ellos había salido a combatir y la otra mitad se quedó dentro defendiendo su Torre y luchando con los pocos Luz que habían logrado entrar en ella. Intenté escalar por la ventana más cercana y baja que encontré cerca de ahí, enterré los cuchillos en la piedra tanto como pude, sólo eran unos dos metros de alto hasta que pudiera entrar pero antes de poder lograrlo uno de ellos me tomó del cuello y me dejó suspendida en el aire. El tamaño de sus brazos era proporcional al tamaño de mi cabeza, sus dedos sobre mi cuello se cerraban más y más mientras intentaba librarme de él. Me estaba quedando sin aire y sin fuerzas suficientes para poder mantenerme, sólo pude crear un sencillo cuchillo y enterrarlo en una parte de un mano; no creo que haya atravesado mucho porque yo no tenía demasiada fuerza y él no mostró signos de dolor, lo único que hizo fue aventarme con todo su poder unos cinco metros lejos de donde nos encontrábamos.

Me quedé ahí tirada, tosiendo y rogando por que el aire entrara más rápido a mi sistema, nadie se percató de mí mientras estaba en el suelo, supuse que todo mundo pensó que estaba en proceso de ser un cadáver. Excepto alguien...

— ¿Te acostaste para descansar un rato? —se burló Denébola.

—Qué graciosa —me ofreció una mano para poder levantarme y, sin dudarlo, la tomé; mis fuerzas se estaban acabando, el pecho se me oprimía y cada vez me costaba más recuperarme de cada golpe o herida—. ¿Has sabido algo de Deneb?

Cygni.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora