Capítulo tres.

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Denébola.

—Oye, despierta. Tienes tus clases en una hora.

Escuché el susurro de Deneb, pero fue como si bombardearan los oídos. Después reaccioné a sus palabras y me paré de golpe, de lo que me arrepentí al instante. Un dolor insoportable pasó en mi cabeza y todo me daba vueltas, abrí los ojos lentamente y noté que estaba en mi habitación, el sol entraba por la ventana y hacía que mis ojos ardieran y el dolor aumentara, las sábanas blancas estaban revueltas en todas direcciones, mi hermano estaba justo frente a mí y me miraba divertidísimo.

— ¿Qué pasó? —pregunté. No podía recordar mucho de ayer en la noche.

—Oh, ya sabes... lo normal. Emma te dio muchos de sus especiales y tú estaba muy, muy borracha. Emma quedó casi inconsistente y tuve que mandarla en taxi —dijo muy normal.

— ¿Por qué me dejaste beber tanto? —le reproché, pero no pude ni gritar porque mis oídos iban a explotar.

—Sólo te dejé beber dos tragos, pero tú no me escuchaste.

—Voy a morir. ¿Qué dijeron mis papás?

—No nos vieron, llegamos muy noche y sólo pasé a decirles que ya habíamos llegado. Mamá quería venir a verte esta mañana antes de irse, pero le dije que te dejara dormir. De nada.

— ¿A dónde se fue? —de verdad estaba muy confundida.

—Hoy toca revisión, tonta —maldita sea lo había olvidado—. Fue a ver que el jet esté listo.

— ¿Dónde está papá? —pregunté, aparté las sábanas de mí y me levanté lentamente; el mundo daba vueltas, aún tenía mi ropa de ayer puesta y estaba segura que me veía fatal.

—Está en una videoconferencia desde hace horas. Con Japón, creo.

—Fuera, necesito cambiarme, tengo práctica y no puedo faltar. Y no hagas ruido.

Soltó una sonora carcajada aproposito y salió azotando la puerta. Imbécil.

Tenía que darme prisa así que tomé una ducha rápida y me vestí con las mayas negras que exigía mi clase, leotardo negro, puse una chamarra amplia para que no se viera mi vestuario, recogí mi cabello en una muy alto chongo y detuve cabellos sueltos con varios pasadores; odiaba tanta perfección en eso pero me lo exigían, aunque que no me dejaran ir maquillada a las prácticas me ahorró tiempo.

Saqué mi maleta pequeña de mi armario y metí todo lo necesario en ella, también una muda de ropa para después, pero vi la hora y me di cuenta que era demasiado tarde. Me puse lo pupilentes y coloqué unos lentes oscuros en mis ojos, el dolor de cabeza había disminuido un poco, pero aún seguía doliendo. Cerré la maleta, salí de mi habitación y caminé por los pasillos, bajé con apuro las escaleras y vi al final de ellas a Deneb con un enorme termo en sus manos y con una sonrisa en su rostro.

—Es café americano, te ayudará.

—Gracias —lo tomé y bebí un sorbo—. Necesito un favor, no pude empacar ropa para mañana. En mi closet hay una maleta pequeña es como esta —señalé la que llevaba a las prácticas—, guarda una muda de ropa para mañana y mi traje de entrenamiento, está en los cajones de abajo.

—De acuerdo ¿Algo más?

—El cargador de mi teléfono, mi tablet y mi estuche grande de maquillaje.

— ¡Cielos! Sólo es una noche, Dené. Recuerda que tienes que estar en el aeropuerto a las tres.

—Si, si. Como sea —contesté. Tomé las llaves de mi auto y salí al garaje para sacar el carro. Las puertas automáticas se abrieron al igual que la reja de entrada, conduje por el camino privado de mi familia y me incorporé al camino que me llevaba al centro de Dayton.








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