Capítulo 21 - ¡¿Qué haces?!

363 60 24
                                    

Santin iba vestido de traje

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Santin iba vestido de traje. Un traje negro, muy elegante. Llevaba su cabello rubio de para un lado, muy decente.

Lucía perfectamente. Le hacía resaltar esos ojos tan azules suyos.

El miedo que sentía cuando marqué su número, había desaparecido. Extrañamente me sentía segura estando con él. Sentía que no iba a correr ningún peligro si lo tenía cerca, cosa que con Mark nunca había sentido, con él siempre era todo lo contrario.

—¿A dónde deseas ir? —acabábamos de salir a la autopista y ninguno de los dos habría pronunciado palabra. La tensión era demasiada—. Si no te molesta, ya había pensado en varios lugares.

—¿Por qué lo hiciste? —llevaba casi todo el camino con ganas de saberlo.

—¿Hacer qué? —me miró unos segundos y luego suspiró—. Yulian, no lo entenderías, aunque usara plastilina.

—Podrías explicarme.

Santin asintió levemente, meditando su respuesta.

—Puedo esperar toda la vida, si así lo deseas —me miró pensativo. Me encogí de hombros—. Tampoco creo que sea algo tan difícil de entender.

—Pero es difícil de explicar —exclamó.

—Vale, vale —asentí.

Nuevamente el silencio incomodo inundó el auto y yo solo me limité a mirar por la ventanilla. Bajé el vidrio y dejé que el aire de la noche rosara mi rostro.

Sentía unas ganas terribles de llorar. De bajarme del auto y salir corriendo. No quería estar ahí, ni en ningún lugar. Quería estar sola.

Santin prendió su iPod y colocó unas baladas de piano que me hicieron sonreír inmediatamente.

—¿Ya escuchaste las canciones del iPod, que te mandé? —negué con la cabeza—. Deberías hacerlo. Son las mismas que tengo yo. Son hermosas y supuse que te gustarían.

—¿Cómo se llama esa? —pregunté al tiempo que le subía el volumen.

—Es una balada de Ludovico Einaudi, se llama "Nuvole Bianchi", muy hermosa.

—Concuerdo contigo.

Santin detuvo el auto frente a un edificio enorme, con ventanas cristalizadas. No encajaba con nada de lo que había alrededor. Era completamente diferente al resto de edificios con fachadas de ladrillos. No estaban pintados, las ventanas se veían sucias. Parecía que en cualquier momento se pudieran derrumbar. Parecía el callejón de una película de terror.

La piel se te erizaba de tan solo pasar por el lado de aquellos edificios abandonados, pero luego; luego mirabas el edificio de paredes blancas y alto, y es como si estuvieras en la entrada al cielo. Tu respiración se normalizaba. Como si te quitaras un peso de encima. Como si tu alma ya no estuviera.

Amarrada [Libro 1] (COMPLETA Y EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora