Capítulo 28 - Entre la vida y la muerte

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Habían pasado dos días desde la discusión de Mark y Santin en el parque

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Habían pasado dos días desde la discusión de Mark y Santin en el parque. Mark no había vuelto a casa desde entonces.

Ya me había tomado el tiempo de leer varias cosas del testamento, pero no encontraba nada que me ayudara. No veía ninguna de las supuestas pistas que me dijo Noah que encontraría.

Había visto varias páginas con la misma imagen mía, sentada en la silla y amarrada, con gente alrededor. La imagen se repetía una y otra vez.

Bajé a la cocina, me preparé algo pequeño de comer y me senté en el comedor.

No sabía cuánto tiempo había pasado desde que le di una limpieza por última vez a la casa. Parecía que estuviera abandonada. Miré alrededor y aunque todavía las cosas estaban en su lugar, parecía como si no lo estuvieran.

El dibujo que hice de mi familia cuando era pequeña, aún estaba en la nevera, sostenido por un imán de abeja. Sonreí ante tan bello y fugaz recuerdo. Cuanto quería que se volviera a repetir. Que pudiera estar con mis padres, solo un segundo más.

Las flores marchitas junto a la ventana, la caja de cereales vacía al lado de la cafetera, la mancha de pintura verde en la esquina de la mesa, el salero sin destapar junto a las cucharas. Nada se ha movido y nada voy a mover.

Terminé de comer y subí a mi habitación para continuar leyendo.

Entré al baño, me cepillé los dientes y luego me puse un pijama. Apagué la luz y prendí la lámpara que estaba sobre mi mesita de noche.

Cuando estaba por recostarme en la cama, algo atravesó la ventana tan rápido y tan fuerte que me golpeó y cayó sobre mí.

—Ya se me había olvidado como era aterrizar —Santin apareció frente a mis ojos—. Lindos gatitos... —sonrió y me tocó suavemente los muslos, donde terminaba el borde del pijama.

—¿Qué haces acá? —le quité la mano bruscamente de mis piernas y lo empujé.

—Debía asegurarme de que estabas bien —susurró acercándose a mí. Mi cuerpo comenzó a temblar—. ¿Has comido bien? ¿Necesitas algo?

Negué levemente con la cabeza.

—Estoy muy bien, gracias.

Los dos nos encontrábamos en el suelo. Yo estaba sentada, recostando mi peso en las manos, sin saber qué movimiento hacer, y Santin arrodillado frente a mí.

Nos quedamos en silencio unos segundos, y al final suspiré, en sí, suspiré de alivio de que fuera él.

Solo fue que yo suspirara, para que Santin se abalanzará sobre mí. Juntó sus labios con los míos; estaban fríos. Me besaba con tanta pasión que fue casi imposible resistirse. Todo mi cuerpo temblaba, mis piernas se erizaban.

Acepté el beso.

No sentía que mi cuerpo estuviera siento controlado por mí, pero había algo dentro de mí que deseaba esto, más de lo normal.

Amarrada [Libro 1] (COMPLETA Y EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora