Capítulo 39 - Es momento

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Tal parecía ser, que cada que me desmayaba mágicamente aparecía en casa, en mi cama

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Tal parecía ser, que cada que me desmayaba mágicamente aparecía en casa, en mi cama. Como si todo lo sucedido anteriormente nunca hubiera pasado, pero esta vez cuando abrí los ojos, vi que tenía en mi vena una aguja, que pasaba suero a mi cuerpo.

Sentía los ojos pesados, y cada que trataba de mantenerlos abiertos estos se cerraban nuevamente.

Escuchaba voces, pero mi cuerpo y mi mente estaban tan agotados que no podía descifrar quienes eran.

Necesitaba despertarme, necesita parar lo que estuviera pasando afuera. Cada minuto que pasaba en esta cama inmóvil, más gente y ángeles inocentes estaban muriendo.

Cuando mis ojos se cerraban, llegaban de inmediato las imágenes de Mark. Podía escuchar su voz, diciendo que no me amaba; que nunca me amó. Sentía como se me hacía el alma nuevamente pedazos. Era increíble cómo hasta en mi mente era capaz de destruirme de tal manera. Creí que eso era peor que cualquier tipo de dolor físico que alguien más pudiera causarme. Fingir tantos meses que amas a alguien, para al final darte cuenta de que no era así.

Supuse que en medio de todos esos pensamientos volví a quedarme dormida, porque cuando por fin pude abrir los ojos, ya todo estaba oscuro.

Santin estaba recostado junto a mí.

—¿No te cansas de observarme? —susurré.

—Podría hacerlo toda la vida.

Sonreí débilmente y traté de sentarme en la cama. Santin me tomó de la cintura y me ayudó a incorporarme.

En la mesita de noche había una jarra con agua y un vaso. Santin lo llenó y me lo pasó.

Las manos me temblaban. Me llevé el vaso a los labios, antes de que Santin lo pudiera notar. Agradecí cuando sentí el frío líquido. Debería preguntar por el paradero de Mark y lo que habían hecho con él, pero aún no me sentía preparada. Debía asimilar un poco más lo sucedido.

En la habitación solo estábamos nosotros dos. Cada día que pasaba más cerca de él, el ambiente dejaba de sentirme pesado e incómodo. Ya me sentía más en confianza... mucha confianza.

Terminé de tomarme el agua y suspiré.

—Muy bien, ¿dónde están todos?

Me saqué la aguja de la vena, y me levanté de la cama. ¿Por qué siempre me ponían esa bata como si estuviera en un hospital?

Caminé hacia el armario y saqué una camisa de tirantes sencilla, un jean. Me puse los zapatos que estaban al pie de la cama y cogí la chaqueta que estaba tirada sobre la cama; a los pies de Santin.

Mientras me cogía el cabello en una coleta alta, me quedé mirando expectante a Santin que no se movía de la cama.

—¿Dónde están? —me coloqué las manos en la cintura, como si fuera una jarra—. Debemos irnos.

Amarrada [Libro 1] (COMPLETA Y EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora