Capítulo 34 - El tornado

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Sarcks nos llevó nuevamente al cuadrilátero, para comenzar con mi entrenamiento

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Sarcks nos llevó nuevamente al cuadrilátero, para comenzar con mi entrenamiento. Abrió la reja, y Metatrón y yo lo seguimos dentro.

El lugar estaba vacío y ya estaba oscureciendo. El cielo estaba completamente despejado, y unas pequeñas estrellas deseaban aparecer.

El suelo estaba lleno de manchas de sangre. Me quedé mirándolas unos segundos, y la escena del entrenamiento de Metatrón con el otro ángel aparecieron de inmediato en mi cabeza.

Sarcks me metió a una pequeña habitación que se encontraba en el fondo del cuadrilátero y a los pocos segundos salió con dos pares de guantes de boxeo. Me entregó unos rojos y a Metatrón le tiró unos azules; que recibió en el aire.

—¿Para qué esto? —preguntó Metatrón.

—Ni creas que en el primer entrenamiento le vas a andar quebrando las manos a mi hermanita —Sarcks cogió mis manos y me ayudó a poner los guantes—. Listo, preciosa.

Sarcks me guío hasta la mitad del cuadrilátero. Me paró exactamente sobre una gran mancha de sangre. Lo miré y le puse los ojos en blanco.

Le ordenó a Metatrón que se colocara frente a mí; él aceptó obediente.

Miré a Metatrón a los ojos y una mezcla de adrenalina y miedo me recorrió el cuerpo; él me sonrió picaron. No me había dado cuenta de que estaba comiendo chicle hasta que lo escupió y se colocó en posición. Preparado para pelear.

Miré a Sarcks y este con las manos me dijo que adelante.

—Solo déjate llevar.

Asentí.

Traté de imitar la misma posición en la que estaba Metatrón, pero él se comenzó a reír.

—Pero vamos, ¿es necesario hacer esto? —comenzó a burlarse.

Antes de que alguien se atreviera a decir algo más, me abalancé sobre él y comencé a golpearlo. Su cuerpo estaba en el suelo y yo estaba sobre él golpeándole el rostro. Me tomó de la cintura y me colocó en el suelo con total naturalidad.

Sarcks estaba parado al lado de nosotros riéndose, y Metatrón se limpió la sangre del labio.

—¿De qué te ríes? —le preguntó Metatrón—. Tu hermanita golpea duro. Anda ven, cambiemos de lugares.

Sarcks se levantó las manos y negó con la cabeza.

—Toda tuya.

Metatrón se volvió a poner en su posición de alerta, pero esta vez yo me quedé parada normal; con la tranquilidad del mundo entero.

Levanté una ceja, Metatrón mandó un puño a mi rostro, pero yo lo corrí hacia un lado y lo evité. Sarcks silbó. A Metatrón no le gustó y volvió a mandar un golpe a mi rostro; lo volví a evitar. Me agaché y me abalancé sobre él, lo tomé de su abdomen. Volé con él hasta el otro lado de la malla.

Amarrada [Libro 1] (COMPLETA Y EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora