Amarrada [Libro 1] (COMPLETA Y EDITANDO)

Capítulo 38 - ¿Mi final?

—Ni creas que le vas a poner un dedo encima, Mark —Santin se había puesto delante de mí, para protegerme.

Metatrón e incluso Roxan se habían colocado en posición de ataque, eso no podía resultar muy bien, para ninguno.

—Baby... —Mark dio unos cuantos pasos, pero se detuvo—. Nada de esto es cierto. Sabes que te amo.

Se me era imposible poder responder a lo que decía. Ese no era el momento ni la situación para hablar sobre sus sentimientos. ¿Y si todo lo que ellos me decían era verdad? ¿Y si Mark solo quería matarme para obtener el poder absoluto y recuperar sus alas? ¿Y si ellos me estaban engañando y de verdad Mark me amaba?

Ver a Mark en las condiciones en las que estaba en ese momento me dolía más, mucho más. Se veía que estaba golpeado, y estaba sintiendo dolor, pero no físicamente... en su alma ¿A qué se debía ese dolor? ¿Por mí? No lo creo.

—Ya te dije que no le pondrás un dedo encima —Santin sonaba frío y seco—. Es mejor que te vayas por donde viniste.

—¡Ay, por favor! —Mark comenzó a reír con bastante sarcasmo, se mordió el labio furioso—. ¡Tú solo quieres parecer un héroe para ella, porque la amas!

—Eso no tiene nada que ver, con que quiera protegerla de ti.

—¡Admítelo de una vez! ¡Estás enamorado de Yulian, de la misma manera que cuando te enamoraste de Helena!

—Ahí si te equivocas, Mark. Amo más a Yulian —Santin me miró por una milésima de segundo—. ¿Sabes por qué? Porque conozco a Yulian a la perfección. Se lo que le gusta, sé a qué le tiene miedo. Sé con qué sueña, y se lo que ella desea —tomó aire—. Porque la he visto llorar y la he visto reír. Porque la he visto luchar por lo que ama, porque la he visto ser capaz de dar su vida por las personas que quiere —hizo una pausa y se acercó a Mark—. Dime algo, ¿tú qué sabes de ella?

Mark se quedó callado y se limitó a mirarme. No tuvo que decir nada para que todos los que estábamos dentro de la habitación entendiéramos. Mark no sabía nada acerca de mí, Mark no me amaba.

Si no estuviéramos en la situación en la que estábamos, en la que yo debería de estar salvando el mundo. Seguramente ya habría salido corriendo de allí, para haberme ido a casa y meterme bajo las cobijas y comenzar a llorar, para arrepentirme de todo lo que había pasado entre los dos.

—Vale —no sé de dónde me salió fuerzas para hablar, pero no podía detenerme—. No nos vamos a poner a debatir sobre quien ama más a quien, ni de quien es capaz de dar la vida por mí. Ya todo está lo suficientemente claro.

Ninguno se movió.

Ninguno susurró palabra alguna. Todos estaban inmóviles, como si estuvieran esperando que yo me derrumbara, como se supone que debería haberlo hecho, pero eso no iba a pasar. No en ese momento. Tal vez después, pero no en ese momento.