Parte 23

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Aquella mañana me tocaba ir a Arhytmic para enseñar a las más pequeñas de la academia. Llevaba varias semanas cobrando por dos horas al día, cinco días a la semana. Nada más empezar el verano, cientos de niñas y niños empezaron a inscribirse a nuestra escuela de danza, y con tantos alumnos por enseñar, me reclutaron como a la maestra de los niños de 4 a 6 años de edad. Y me encantaba enseñarles. Todas las chiquitinas se lanzaban a abrazarme nada más entrar por la puerta del estudio, se divertían conmigo, y a la vez me hacían caso a todo lo que les decía. Bueno, no todas.
Cada niña estaba perfecta con su mayot rosa y su tutú del mismo color. Los chicos, por otra parte, vestían mallas negras dos tallas más grandes y una camiseta de tirantes negra.

Se ponían en fila en la barra y empezaban a poner puntas. Intentaban aguantar de puntillas, pero más de uno acababa rindiéndose al no tener equilibrio. Pero que les iba a pedir? Yo, a su edad, me costaba hasta coger bien la barra de lo alta que estaba.
Algunos de ellos se pinchaban durante la clase, pero en cuanto me veían, sabían que debían parar.

En clase dejé puesta la canción
Lush life, y así, cogiendo su ritmo, empezábamos a calentar. Estirabamos los brazos, las piernas, calentábamos el cuello haciéndolo rotar... Hasta que pasaban las dos horas entre coreografía y coreografía. Llegaba el monitor encargado de llevar a los pequeñitos a la piscina a darse un buen chapuzón, a lo que yo acababa de recoger y me permitía unos minutos extras para practicar alguna pirueta.

Justo aquel día, Luke vino a recogerme, bueno, Luke y Tom, el chófer más majo que conocí en la vida.

-Hola, ratita. - Susurró en mi pelo tras darme un beso en la mejilla

El coche arrancó y se salió de su aparcamiento.
Puse los ojos en blanco y le dí un beso en los morros. Y él, audaz, aprisionó mi labio inferior dejándome a escasos centímetros de su cara y sonriendo. Le palmeé el pecho, cosa que hizo que lo soltara.

-Te doy la mano y me coges el brazo entero! - Dije riendo.

-Es que no sabes el tiempo que hace que deseo besarte.

-Eres un exagerado.-me rei- Si no llevamos ni veinticuatro horas separados

-Demasiado.

Entrelazamos nuestras manos y le empezé a contar como me había ido la mañana. Luke me sonreía y comentaba de vez en cuando. Me daba su opinión sobre lo que debía hacer con la música del festival de verano, el tema, y la vestimenta. Hablamos y hablamos hasta que llegamos al estudio.
No había nadie en la calle, así que me bajé ahí y entré por la puerta. Todos lo bailarines esperaban ansiosos a que empezara el ensayo general que había programado. Chris, en una esquina, hablaba con varias de nuestras compañeras, co las cuales yo sólo había hablado con dos.

-¿Qué ocurre? - Dije acercándome a ellos.

-Nadie lo sabe-dijo una chica morena con la piel clara y ojos verdes- Pero la clase ya debería haber empezado, y no hay ni rastro de Dan...

Y como si hubiera escuchado su nombre, Dan hizo su aparición. Llevaba unas pintas ridículas. Iba vestido con ropa de calle, bueno, de calle tampoco, en todo caso de pasarela. Llevaba unos pantalones estrechos amarillos, una camisa blanca adornada con un lazo del mismo color que los pantalones, unas gafas de sol negras en la cabeza y botines negros. Pero lo que más nos llamó la atención no fue su estilo, sino que iba en silla de ruedas.

El silencio se había apoderado de la sala de baile, y el centro de atención había recaído en el hombre que, aún estando de sentado en una silla de ruedas, seguía mirando a sus alumnos con superioridad. Pasó por delante de nosotros sin decir nada y se colocó de espaldas al espejo. Puse el freno de mano, levantó la vista poco a poco, y tomó una gran bocanada de aire antes de hablar.

-Como podéis ver todos, he tenido un leve accidente. No os diré la causa de ello, ya que no debería importar mucho. Lo ocurrido es cosa del pasado, pero ahora quiero mirar hacia el futuro. En los pocos meses que voy ha estar de baja, necesitaré que alguien me sustituya.- implantó por un segundo el silencio. Esperó que alguien dijera algo, pero al ver que no había reacción alguna, prosiguió.- Se que me echaréis de menos, pero Luke y yo.- dijo señalando al mismo que había entrado en la sala sin llamar la atención.- Nos hemos encargado de elegir bien a quien os guiará para que todo salga como debe. Así que quiero que le deis la bienvenida a Julia Rivera. 

Detrás de Luke apareció Julia. Iba perfectamente arreglada, con el pelo bien recogido en una coleta, sus gafas de pasta encima de la cabeza, una gran sonrisa en su rostro, y las zapatillas de balet colgando de su mochila adidas.

Se me iluminaron los ojos al oír verla. Julia Rivera! Era la bailarina mejor reconocida mundialmente! Había estudiado en las mejores academias de baile de California, había sido bailarina de grandes como Maddona, Celine Dion, Elton John... Increíble. Y ahora nos iba a enseñar a nosotros. Y en ese momento me reté. Iba ha enseñarle todo lo que podía hacer, lo duro que entrenaba, todo lo que era capaz de hacer, para que se sintiera orgullosa de mi, e incluso pudiera recomendarme en las escuelas a las que ella había ido y conseguir una beca gratis para irme a California. Me esforzaría al máximo, daría todo de mí, con tan solo conseguir su aprobación, porque al fin y al cabo, ella era Julia Rivera.

Un baile de dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora