parte 55

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Cuando abrí la puerta de la habitación la luz estaba encendida y Luke se ponía la camiseta por la cabeza. Cuando ya tenía un brazo en la manga, se dió la vuelta y me vió.

-¿Dónde estabas, cariño?

Me acerqué y me senté en la cama, delante de él.

-Abajo.- dije distrayéndome con sus abdominales.- Me he encontrado con Isabelle, tu madre.

No quería sacar el tema de que no me había dicho la verdad, simplemente esperaría a que lo hiciera. Confiaba en él y sabía que, en cuanto se sintiera cómodo, me lo diría. Cogí la almohada que había utilizado él y la abracé. Cuando tuvo la camiseta bien puesta se agachó, puso sus brazos al lado de mis piernas entrecruzadas, y me besó en la frente, tan tierno como siempre.

-¿Y que te ha dicho?

-No mucho, ya sabes, lo que hace toda madre orgullosa de su hijo: hablarme de tu infancia y esas cosas.- cogí su rostro entre mis manos y le acerqué a mi.- Quiero preguntarte algo.

-Suéltalo.- susurró.- Lo estás deseando.

-Si nos casáramos, así, por decir algo, ¿Quien sería tu padrino?

Sus ojos brillaron a centímetros de mi rostro, parecía que la pregunta le había pillado por sorpresa. Cogió su móvil sin dejar de mirarme y pulsó unas teclas que hicieron que el móvil se desbloqueara.

-Oscar sin duda. Era quien me ayudaba con las letras de las canciones, incluso me había escrito algunos de los éxitos de verano. Ahora no nos vemos tanto, ya no le necesito como compositor, pero si como amigo. Es un buen tío.

-Ahora que lo pienso, creo que le he visto junto a ti en revistas... Últimamente.

-Bueno, estoy ayudándole a sacar sus propias canciones a su nombre. Es difícil buscar buenas firmas discográficas cuando aun no te has dado a conocer. Canta bastante bien, la verdad.

-Eres un buen amigo.

-Y buen novio.- dijo tontorrón.- ¿O no?

-Lo abriré a debate más tarde, ahora deberíamos bajar.

Empecé a levantarme de la cama y pasé por su lado para entrar en el lavabo y mojarme la cara, pero me cogió de la cintura y me lanzó sobre el colchón.

-De eso nada.- sus calientes manos se posaron en mi cintura.- Quiero una confesión.

Empezó ha hacerme cosquillas, inclinándose encima de mí y mordisqueando mi cuello. No dejaba de reír, y de moverme para esquivar sus traviesas manos, no quería ceder.

-¡Luke!- farfullé entre risas.- para, que nos van a oír... ¡Luke!

-Aun no he oído las palabras mágicas.- comentó riéndose.

-No te las diré.

-Tu misma...

Su boca se puso en mi vientre y empezó a hacer pedorretas sin dejar sus manos quietas

-¡Ay, no!- reí.- ¡Vale, vale, te lo diré!

Se apartó de mi y me cogió las muñecas para que no intentará huir. Sonreía, solo como él sabía, una muy grande y blanquecina que provocaba otra de igual en mi rostro. Parecía espectante.

-¿Y bien...?

-Eres un novio bastante... Decente.

Levantó una ceja.

-¿Decente? - empezó a bajar su rostro, pero me removí.

-¡Muy bueno, vale, muy bueno!

Triunfante, se puso de pie y hizo una reverencia.

-Aun placer, señorita.

Le apunté con el dedo.

-Pero si alguien pregunta, lo negaré todo.

-Pero si alguien pregunta, lo negaré todo

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La semana siguiente pasó muy deprisa. El Lunes por la mañana me acerqué a Arythmic para inscribirme de nuevo en las clases para "adultos", cosa que hizo mucha ilusión entre la academia. Me ofrecieron un puesto para enseñar a las pequeñas y, como pagaban bastante bien y podía compaginarlo con el trabajo de Luke, acepté encantada.

Cuando aquel Lunes aparecí por la puerta tras mi clase habitual de danza acrobática, Luke estaba estirado en el sofá leyendo un libro que le había prestado. Llevaba una camiseta suelta medio arrugada, unos pantalones de pijama y sus gafas de leer puestas. Caminé hacia él y le di un beso en la frente, a sabiendas que no se había dado cuenta de mi presencia por lo entregado que se le veía con aquella novela policíaca. Entré en la habitación y me puse uno de mis pijamas veraniegos de tirantes y pantalones cortos. Cogí el móvil y respondí a un par de mensajes mientras me dirigía al sillón continuo a donde Luke se encontraba. Me despolmé en él y noté el alivio que sentía al poder descansar mis pies por fin. Aquel entrenamiento había sido uno de los más fuertes: llevaba algún tiempo sin practicar ciertos movimientos y aquello se notaba. Lanzé un suspiro y me acurruqué hasta que me sentí lo suficiente cómoda como para poder pasar ahí cien noches sin moverme.

-Hola, cariño.- dije poniendo el instagram.- ¿Como te ha ido el día?

-Muy bien, hemos conseguido más patrocina....- bruscamente se incorporó, dejando el libro a un lado.- ¿Que te ha pasado?

Fruncí el ceño sin saber a qué se refería. Miraba directamente a mis piernas, concretamente a mis rodillas, las cuales estaban algo arañadas y amorotonadas de todas las acrobacias que habíamos hecho aquella mañana. Luego recorrió mi cuerpo con la mirada para asegurarse que no me ocurría nada más grave. A parte de tener rasguños en las rodillas, los codos también habían padecido un poco, causas de todo el esfuerzo dado.

-No son nada, apenas se ven...- dije quitándole hierro al asunto- He tenido de peores, imagínatelo.

Se levantó del sillón y fue directo a la cocina. Oí como removía algunas cosas y minutos después apareció Luke con una bolsa de hielo y un trapo a cada mano. Se arrodilló cerca de donde tenía los pies y, tras envolver el hielo en el trapo, me lo puso en la rodilla.

-Deberías tener más cuidado, Cass. Cuando bailabas en mi gira no tenías moratones.

-Eso era porque el baile era más sencillo. Sin ofender, claro.

Desde que habíamos vuelto a estar juntos, Luke y yo no habíamos vuelto a hablar de la gira que había dejado a medias. Era algo que habíamos dejado atrás, una etapa de nuestras vidas a la  que no nos interesaba volver. Aunque era verdad que echaba de menos bailar con él en el escenario, no esperaba volver a lo mismo. 

-Bueno, no te preocupes, no tardarán en irse. Suelen desaparecer a la semana. Pero me gusta que me mimes.

Él sonrió y se levantó para darme un beso en los labios. 

-Sabes que yo siempre te cuidaré, ¿No?- susurró en mi pelo. Yo, como una boba, asentí con la cabeza y sonreí

Se puso enderezó y, tras coger el libro, entró en nuestra habitación. Cogí su móvil y me copié unos números de teléfono que necesitaría más adelante.

Un baile de dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora