Parte 31

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Cass

Y llegó la hora de salir al escenario. Me había encerrado en el vestuario hasta que llegara mi turno. Yo no tenía que salir hasta la quinta canción, junto a otros seis compañeros, y bailábamos dos bailes. El solo iba al final, la parte del concierto que más temía.

Cuando salimos en grupo, la coreografía salió estupenda. Al estar detrás de mis compañeros todo el rato lo hacía todo menos complicado. Yo bailaba entre las sombras mientras Luke cantaba delante de todo. Los focos iluminaban a los bailarines de delante, y yo intentaba seguir el ritmo, para poder ir coordinados. Había el ruido ensordecedor de las fans, que casi aplacaba la letra de la música que salía por los altavoces. Del filo de la plataforma salían millones de manos para que Luke las tocara, lo que hacía siempre, chicas con el nombre de su ídolo apuntado en la cara, en los brazos, chicas con pancartas enormes...

Volví al vestuario para ponerme el vestido para el solo y calentar un poco más. Me puse los auriculares y le dí al play. La canción de Luke, la que le dio el disco de oro, empezó a sonar. Empecé a ensayar los movimientos delante del espejo del vestuario, mientras los demás bailarines entraban y salían con prisa.

Estuve alrededor de media hora hasta que Júlia me cogió del brazo para que parara. Iba con su media melena recogida en una coleta, llevaba una camisa con unos pantalones negros largos muy elegantes, y los zapatos de tacón rojos completaban su vestuario. Me sonreía, nerviosa por ver ver como iría la nueva coreografía que me había hecho para el solo final. Me abrazó, cosa que me extrañó mucho.

-No estés nerviosa, lo harás bien.- susurró.

Algo se removió en mi estómago. Si supiera ella que estaba nerviosa por la noticia que les daría tras acabar la noche...

Le devolví el abrazo y fui tras ella, hacia el escenario.

Las luces se habían apagado cuando pasé la puerta y las pocas cortinas. Y el sonido de los gritos de las fans se intensificó. Me senté en el suelo, tal y como lo había hecho en el ensayo, delante de Luke. Estaba todo oscuro, así que no podía verle el rostro. Una mano rozó mi barbilla en una lenta caricia, y fue subiendo hacia mi pelo, pasando por mi mejilla. Sus dedos jugaron con un mechón suelto del moño y me los colocó detrás de la oreja. No me di cuenta de que había estado aguantando la respiración hasta que noté que me faltaba el aire. Estaba paralizada ante aquel gesto, tan simple pero importante, delante de tanto público, aunque nadie lo pudiera ver con claridad a causa de la oscuridad.

-Te quiero.- susurró cerca de mi rostro.

Quise decir algo, pero Luke cortó el contacto conmigo y las luces se encendieron de golpe. Sus ojos claros me miraban con una sonrisa nerviosa, y sus dedos tamborileaban alrededor del micrófono. Emitió un gran suspiro, se llevó el micrófono a los labios y empezó a cantar.

Me quedé de piedra, paralizada. Había cambiado la canción.

Madre del amor hermoso. No sabía que hacer, la canción era nueva, nunca la había escuchado. Me quedé sentada en el suelo mientras seguía la canción. Cerré los ojos para tranquilizarme, sabía perfectamente que cada una de aquellas palabras iban dirigidas a mí, me dedicaba la canción. 

  ¿por qué no te quedas conmigo? 

Porque eres todo lo que necesito   

Luke miraba hacia el frente, pero sabía que estaba atento a mi reacción. El corazón retumbaba en mi pecho como si quisiera salir, se me entrecortó la respiración y miré al suelo. Una lenta lágrima, tan solitaria e indefensa, cayó al escenario de madera. Me la quedé mirando durante un rato, pensando cómo era que a esas alturas aún me quedara alguna lágrima que derramar. Decidí que debía actuar, no quería estarme quieta en aquel momento, delante de tanta gente. Si iba ha irme, me iría por todo lo alto.

Con una paloma me levanté del suelo y me alejé de Luke, que se había visto sorprendido por mi repentino despertar. 

  No quiero que te vayas, ¿tomarás mi mano?   

Júlia me miraba desde detrás de las cortinas junto a Dan. Parecían sorprendidos, y supe que no tenían ni idea de lo que estaba ocurriendo . Luke seguía sentado, mientras yo bailaba alrededor, y es que me daba igual que me estuviera mirando, me daba igual que centenares de personas estuvieran gritando su nombre, no necesitaba saber que era lo que venía hasta que ya había sucedido. Los pasos de baile se creaban según las notas que inundaban el ambiente, el ritmo, constante pero a la vez variado, suponía un gran alivio para mí, suponía un alivio desfogarme en aquel momento, sin que nadie me parara, sin que nadie me hablara, solo el piano, su voz y yo. Y, duante apenas los dos minutos que duraba la canción, sentía que volvía a ser yo, que volvía a ser libre, que la fuerza que había perdido durante aqullos días se me recargaba cada instante que transcurría. Y por un momento fui feliz, una felicidad que se había ausentado desde que vi aquellas fotos.

Cuando el piano dejó de tocar y los focos volvieron a apagarse, me levanté del suelo, ya que había terminado de rodillas, y me dirigí a la salida con el nuevo oxígeno en mis pulmones

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Cuando el piano dejó de tocar y los focos volvieron a apagarse, me levanté del suelo, ya que había terminado de rodillas, y me dirigí a la salida con el nuevo oxígeno en mis pulmones. Tenía una fina capa de sudor por las piel, y tenía el moño algo más deshecho, pero ya no importaba, había sido el último baile, mi último baile allí. 

Un baile de dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora