24: Ya no

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Tami

—¡No lo vas a hacer! —reprende Pili.

—¡Es una locura! ¿En qué estás pensando?

—No puedo arriesgarme a que le hagan daño.

—¡Tiene 18 años! Sabe lo que tiene que hacer.

—Sólo quiere mi cuerpo, después de eso me va a dejar libre.

—Yo digo que...

—Pablo no quiere saber nada de mí —expreso con tristeza— dice que no tiene caso que seamos amigos si no puedo confiar en él.

—Y encima idiota —resopla Pili.

—Después de todo te has alejado mucho de nosotros, de alguna forma está justificado lo que dice. Yo digo que le digas quién es Azul.

—No, además... ya tiene una nueva amiga y supongo que va a olvidar a Azul con ella -ambas miran sorprendidas

—¿Es en serio? Pero...

—Está bien, creo que es hora de que Azul desaparezca de su vida. Ya sé qué debo hacer... por favor, no me juzguen —salgo de mi habitación, sé que lo que estoy haciendo es incorrecto pero es lo único que me hará ser libre de él.

Aquí estoy, frente a su casa. El miedo se empieza a apoderar lentamente de mí, antes de que me imponga ese sentimiento, toco el timbre y de repente aparece. Obligo a mi mente a imaginarse que es Pablo.

—¿Así que ya vas a terminar con lo nuestro?

—Sí, si es lo que quieres entonces aquí estoy —sonríe con suficiencia.

—Es increíble que Pablo te haya desperdiciado —muerde el labio y se acerca lentamente a mí— ya podré decir que fuiste mía.

Me besa con voracidad, sus manos bajan a mi cintura. Quiero imaginar que es Pablo, pero no puedo, es Lucas con quien me acostaré esta vez. Además... voy a poner tierra de por medio, después de esto me iré, le diré a mis padres que quiero estudiar en Sevilla. Entramos a la casa, me empuja hacia el sofá y me recuesta en él. Me desnuda con rapidez, ni siquiera tengo ganas de tocarlo, pero eso a él no le interesa. En este momento no me interesa nada, sólo quiero ser libre, quiero irme de Málaga, quiero olvidarle.

Se deshace de mi ropa interior y de la suya. Siento que el mundo se viene encima cada vez que me toca y cuando se funde en mí, unas ganas de llorar aparecen, me siento sucia; he decepcionado a todos.

—Bien, dejaré a tu amigo en paz y ya eres libre. Ni siquiera eres buena en la cama —bufa— pero al menos podré decirle a Pablo que no pudo protegerte, fuiste mía.

—¿Qué?

—¿Acaso no lo sabías? En navidad, se le ocurrió amenazarme con no tocarte porque me rompería la cara. Es una lástima que no te hayas enterado antes, quizás hubiera impedido esto.

—¡Idiota! —grito golpeando su pecho— eres un asqueroso.

—Pero al menos yo me acosté contigo —si supieras que él y yo hicimos el amor antes.

—¿Qué he hecho? —susurro.

—Pagar por tu libertad, ahora te puedes ir. Terminamos —se pone la camiseta— ¡Ah! Y que no se te olvide nada, no quiero tener alguna cosa tuya.

Me visto con rapidez, y salgo de su maldita casa. Para mi mala suerte allí estaba, me mira con una cara de decepción, de ira, de dolor. Ordeno a mis piernas correr, pero no me responde; estoy estática ante su presencia.

—¿Por qué?

—Pablo... yo...

—Te dije que no lo hicieras, que tuvieras mucho cuidado con él ¿Por qué estuviste en sus brazos?

—Tú... ¡No tienes derecho a recriminarme! —exploto— ¡Tú te fuiste con Mariana! Seguro te acostaste muchas veces con ella, seguramente te revolcabas con ella cada vez que estaban solos. Tú te alejaste de nosotros ¡Te fuiste! Ahora no vengas con aires de decepción porque quien lastimó primero fuiste tú ¡Ni siquiera somos algo para que me reproches! ¡No somos amigos! —su mirada se oscurece y una lágrima cae por su mejilla.

—Tienes razón —expresa con tristeza— creo que... es tarde, debería estar haciendo los deberes en casa. Ahmm... adiós Tami —se va corriendo.

—¡Pablo! —exclamo, pero ya es tarde, nada tiene sentido en este momento. Camino lentamente hacia mi casa. Al llegar mis papás me miran preocupados, lo único que puedo decirles es que necesito descansar. Subo hacia mi habitación y me ducho, para quitarme los rastros de los besos y las caricias de ese asqueroso.

Caigo rendida a mi cama, no puedo creer lo que pasó. Estoy completamente desecha y no sé qué hacer. Bueno sí sé, pero tengo miedo. Trato de dormir pero no puedo, empiezo a dar vueltas hasta que empieza a ser muy tarde y por fin puedo dormir.

El móvil no para de sonar y francamente no quiero contestar. Quiero estar sola, no quiero saber de nadie, ni siquiera de Pablo.

De repente alguien abre la puerta

—¿En serio no vas a enfrentar la vida ahora?

—Sólo quiero estar aquí por hoy.

—Hija...

—Mamá, de verdad no quiero saber del mundo.

—¿Terminaste con Lucas? —asiento, es verdad, pero no es la razón de mi dolor— no puedes esconderte del mundo por ello.

—Por favor... quiero estar sola.

—Bien hija, no diré más.... —se levanta y se va. Cubro mi cara con las manos en señal de dolor, lloro sin parar y en silencio. Es definitivo, me iré, para tratar de olvidarlo. Me iré a Sevilla.

¡Hey, Moreno!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora