9: Un pedacito de tu vida que dejaste

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Antes que Pablo regresara a su casa y leyera la nota

Tami

—Por favor no llores Tami —suplica Marce, pero no puedo evitarlo, mi corazón está desecho, no puedo evitar estar así— debes olvidarlo, sé que es difícil pero tienes que olvidarlo, no vale la pena.

¿Es en serio lo que me dice? Yo, no sé qué tiene de especial pero sé que no puedo dejar de pensar en él, estoy segura de que todo esto es por culpa de Mariana, por dejarse llevar por ella, si tan sólo me hubiera contado esto antes. Tal vez todo sería diferente.

—No puedo Marce —digo limpiando mis lágrimas—. Me enamoré de él ¿Cómo podría olvidarme de eso?

—Marce ¿Estás bien? —pregunta Pili quién desvía el tema, lo cual agradezco en silencio.

—Sí, no es nada grave —dice con una sonrisa— pero me preocupas Tami, es que...

—Basta —susurro— por favor basta— corro hacia mi casa, no sé de donde saco fuerzas para correr teniendo el dolor que llevo. Al llegar a mi habitación, busco entre mis cosas, mi madre se acerca, me mira y me da un abrazo.

—¿Esto es por Pablo? —es increíble lo que ella puede saber de mi sin que siquiera le haya dicho algo.

—Si —lloro en su hombro, mientras ella me acaricia el cabello, desde siempre ha estado, cuidándome, protegiéndome y haciéndome mimos. No sé cuánto tiempo pasa pero mis lágrimas se detienen y mamá me libera del abrazo.

—Haz lo que tengas que hacer —me deja sola para que medite, pero no puedo evitar la rabia que siento por dentro, así que, al encontrar mis post-it azules empiezo a escribir lo que realmente siento, lo que realmente siente Azul.

¡Hey Moreno!

No sabes cuánto me has decepcionado.

No creí nunca escribir esto pero... Te odio con toda mi alma.

Azul.

La deposito en el sitio de siempre y me escondo en mi casa, un rato después veo a Pablo, venía solo, encuentra la nota y al leerla... Daría lo que fuera por abrazarle.

Pablo

Las lágrimas caen sorpresivamente por mi rostro, esa nota me ha dolido demasiado, las palabras de Tami me han matado. Estoy solo, corro de inmediato a mi habitación, ignoro los gritos de Casilda y Salva, me encierro. No quiero saber de nadie ¿Qué he hecho? ¿Por qué me alejé de todos? Y sobre todo ¿Por qué me duelen tanto las palabras de Azul? No la conozco, no debería hacerme tanto daño y aun así lloro por eso y por las palabras de Tami, quizá Marcela tenga razón; soy una mierda.

Noto que alguien abre sigilosamente la puerta, siento como unos brazos rodean mi cuerpo y me arropo en ella, sé quién es; mi madre. Tendré casi 18 años pero no puedo no dejarme de mostrar débil ante mi madre, ella sabe cómo cuidarme, como hacer que las cosas fluyan en calma, empieza a cantarme La vie en rose mientras yo lleno de lágrimas su ropa.

—Llora, Pablo, llora todo lo que quieras, aquí me tienes —dice mi madre cuando termina de cantarme.

—Gracias mamá —contesto entre sollozos— gracias por estar siempre —me acaricia el pelo.

—¿Qué ha pasado Pablito? —sonrío débilmente.

—Una persona me ha dicho que soy un... bueno... una mier.... —mi madre me calló antes de terminar la palabra.

—¿Y tú qué piensas?

—Pues no sé mamá, me he alejado de todos mis amigos y no sé...

—Hijo, las decisiones requieren de pensar mucho tiempo, y creo que te precipitaste al decidir ser novio de Mariana, al parecer nadie está de acuerdo y creo que han decidido que cometas el error solo —dice dejándome de abrazar—. Espero que todo esto sólo sea algo pasajero.

—Gracias por todo, mamá.

Sale mi madre de mi habitación, sentí la necesidad de tocar, me refugio en mi única compañera, y caigo en cuenta que a pesar de todo, la música será la única que me acompañe. Dejo de llorar por un momento y rasgo acordes sin sentido, sólo busco deshacerme del dolor, un dolor que sigo sin entender por qué está presente.

Después de unos minutos dejo la guitarra a un lado, escucho voces, no es de mi mamá; son de Casilda y de... ¿Tami?

—¿Qué haces aquí Tami? —dice mi hermana preocupada.

—Le dije algo feo a Pablo —solloza— y bueno, lo dije en un ataque de rabia, quería disculparme.

Casilda le pregunta cómo sucedieron las cosas a lo que Tami le explica todo, sin omitir nada.

—Entonces no tienes por qué disculparte —espero que tenga una buena explicación para decir eso.

—¿Por qué?

—Porque defendías a tu amiga, se nota que la quieres demasiado y que eres capaz de lo que sea para que esté bien, aunque sea enfrentarte a quien fue alguna vez tu amigo, vales mucho Tami, lástima que ya no seas amiga de mi hermano.

—Sí —dice con un toque melancólico y escucho una puerta. Se ha ido.

Y tal vez tengan razón todos, quizá estoy cometiendo un error con Mariana pero quiero cometerlo, la vida muchas veces se basa en errores y de ellos se aprende, probablemente lo haya perdido todo, mis amigos se han alejado, las relación con mis hermanos va mal; pero al menos sé que estoy haciendo lo que es correcto para mí. Quizá esto no dure, pero lo único que sí sé es Azul me hizo tomar una decisión, una que tal vez en un tiempo le agradezca: Por nada ni por nadie dejaré de luchar por mis sueños. Yo quiero cantar y aunque me falte todo, la música siempre va a estar conmigo. Tomo mi guitarra y salgo corriendo de mi casa.

—Ten mucho cuidado Pablo —grita mi mamá antes de que me pierda entre las calles, puedo sentir su sonrisa. Me pierdo hasta llegar a un sitio que no conocía, o que tiene mucho tiempo que no visito, es muy tranquilo y al parecer está solitario, cojo la guitarra y empiezo a tocar.

Después de un rato, regreso a casa, memorizo cada rincón para poder venir más seguido. Al llegar encuentro una nota que me hace sentir mejor.

¡Hey Moreno!

He visto cómo corrías por las calles con tu guitarra en tu espalda, quizá.... No me estás decepcionado del todo.

Azul.







¡Hey, Moreno!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora