Capítulo 5

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Camila llegó al estudio a las siete treinta, ni un minuto más ni uno menos. La puntualidad era algo para ella tan importante como respirar o comer, y a pesar de que el estudio no abría sus puertas al público hasta las ocho treinta; le gustaba llegar temprano y tener tiempo para poder preparar todo con absoluta calma. Sin embargo, quienes trabajaban con ella no eran aficionados a la idea, comenzando por el hecho de que debían estar una hora antes de la apertura y generalmente las sesiones de fotos, reuniones o compromisos en general no eran programados sino hasta las diez u once de la mañana. Pero esas eran las reglas y quienes querían trabajar en aquel sitio, debían seguirlas.

Aunque no todos aborrecían la idea; a los editores, por ejemplo, les aseguraba mayor tiempo para poder ocuparse de lo que tenían pendiente y entregárselo a Camila antes de la fecha límite, para que luego ella lo revisara y lo enviara a quien correspondía. Normalmente se trataba de marcas de ropa o revistas de moda de bastante prestigio; lo cual era un privilegio que Camila se había ganado trabajando duro durante años, buscando destacarse en todo lo que hacía desde que había iniciado en su carrera, y más aún en una ciudad tan grande y llena de talento como lo era Nueva York.

— Buenos días, señorita Camila— la saludó su asistente, quien la esperaba apoyada en el escritorio de la recepcionista, lista con café en su mano derecha y tablet que utilizaba como agenda en la otra para informarle a Camila sobre sus compromisos y cualquier eventualidad que se hubiese presentado en su ausencia—. El señor Brooks ha llamado, dijo que quedó encantado con las fotos que realizó para la revista y la ha invitado a la fiesta de celebración el jueves de la semana que viene. Su madre también llamó y dijo que necesitaba que la llamara lo antes posible... En su escritorio están tres portafolios con toda la información de las siguientes dos sesiones que tiene programadas para el jueves y la del viernes; el otro es la que aún no ha confirmado y necesita darle una respuesta hoy a las tres de la tarde a más tardar. Para el día de hoy tiene una reunión a las diez treinta con la señora Danneber para seleccionar las fotografías que utilizará en la revista, y a las doce le he reservado una mesa para dos en el restaurante de sushi que me pidió y le he confirmado su asistencia a la señorita Ally Brooke. Hasta ahora tiene la tarde libre... ¿Todo en orden?

Camila asintió, abrumada por toda la cantidad de información que Lilly, su asistente, había escupido en un tiempo de no más de tres minutos. Siempre se sentía así luego de que la joven la actualizaba con todo lo que pasaba en su vida. Porque hasta ella puede manejarla mejor que yo, pensó. Y en realidad no entendía la manía que tenía Lilly por darle toda la información del día si sabía que Camila iba a llamarla a cada hora para verificar alguna de las cosas que le había dicho antes. Pero ese era el sistema con el que trabajaba, uno que a Camila le gustaba bastante y se lo agradecía con un buen salario y decenas de beneficios colaterales.

— Muchas gracias, Lilly. Te llamo si necesito algo.

La joven asintió y se retiró a la sala de descanso para buscar algo de comer. Lilly había llegado de una pequeña ciudad en Texas a los dieciocho años de edad a la ciudad de Nueva York, sin ni un centavo en su cuenta bancaria y poca ayuda monetaria de parte de su familia. Buscó trabajos por semanas, sin éxito alguno, hasta que encontró un pequeño clasificado en el periódico y decidió presentarse a la entrevista aunque sabía que no cumplía con todas las cualidades que el puesto requería. Camila también lo supo desde el momento en que vio su hoja de vida y se encontró con pocas cosas relevantes; apenas acababa de terminar la secundaria y podía hablar inglés y español con fluidez— lo que era básicamente nada a comparación de las otras candidatas que le entregaron hasta seis páginas llenas de los cursos que habían realizado y sus años de experiencia con distintas figuras importantes. Lo que le llamó la atención a Camila fue la valentía de la joven al presentarse en un puesto de trabajo con una hoja de vida tan pobre, y Camila decidió darle una oportunidad cuando Lilly le dijo que su sueño era poder estudiar fotografía pero no tenía el dinero suficiente para pagar cursos o comprarse una cámara, mucho menos pagar una carrera universitaria completa. Camila le propuso un trato: ella le pagaba la renta de su apartamento, junto a un sueldo modesto para que cubriera los demás gastos que pudiese tener y la dejaba trabajar a su lado para que aprendiera todas las técnicas y secretos de la fotografía, a cambio de que Lilly fuese su asistente. Dos meses después, Lilly ahorró lo suficiente y pudo comprarse una cámara profesional. Camila aumentó su sueldo y dejó de pagar su renta, con esto, Lilly pudo inscribirse en un curso de fotografía profesional con una duración de dos años. Con el tiempo, Camila se dio cuenta de que Lilly ya se había adaptado bien y no necesitaba mantenerla bajo su ala tanto tiempo. Sin embargo, siempre que hacía algo o implementaba alguna técnica diferente llamaba a Lilly para explicársela. Lilly le agradecía todo el apoyo, y las clases extras que recibía, pues todo el tiempo que había pasado junto a Camila le daba cierta ventaja frente a sus inexpertos compañeros de clase.

girls do it better; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora