Capítulo 46

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—Buenos días, cariño— saludó Elizabeth, al ver que Lauren se acercaba a la cocina. Miró a su hija con escepticismo y notó algo raro en ella—. ¿Has estado llorando?

— ¿Qué? ¡Claro que no! —Exclamó de inmediato.

— Lauren...

— Tal vez lo hice...—admitió en un susurro. Elizabeth abrió sus brazos e invitó a Lauren a que se acercara a ella para abrazarla—. No me gusta que me veas llorar.

— Te he visto llorar desde hace veinticuatro años, una vez mas no va a cambiar nada— aseguró Elizabeth.

Lauren no sabía que había sido el detonante, pero no había sido capaz de controlar sus lágrimas. Tal vez era la pesadilla que la había hecho despertarse mojada de sudor y con el corazón latiéndole fuertemente, tal vez era el miedo que había tenido al no sentir el cuerpo de Camila a su lado al despertar, tal vez era el alivio que sintió después de darse cuenta de que su novia seguía en la cama solo que en medio de la noche habían dejado de abrazarse y estaba algo alejada de ella, tal vez era el desastre con el que se había encontrado al mirarse al espejo, tal vez era el tono preocupado de su madre al verla, tal vez eran sus cálidos brazos y su familiar olor.

Tal vez lloraba de felicidad, porque cada día cuando despertaba después de tener una pesadilla, se recordaba que a pesar de todo había logrado su sueño y participaría en los Juegos Olímpicos. Tal vez lloraba de tristeza, de angustia, de preocupación... Ella ni siquiera sabía la razón exacta por la que lloraba, pero sentía la necesidad de descargarse y todo el peso de lo que había pasado en los últimos meses le había caído encima.

Se había descargado con Camila decenas de veces. Habían hablado sobre el accidente. Habían llorado juntas. Habían pasado horas abrazándose para darse consuelo... Pero Lauren nunca había aceptado por completo la situación en la que se había visto envuelta.

— Pude haber muerto, mamá— balbuceó Lauren—. No hubiese tenido tiempo de despedirme. No hubiese podido viajar con Camila alrededor del mundo. No hubiese estado para la inauguración del estudio de Dinah. No hubiese celebrado con Normani por los Juegos. No hubiese ido a casa para acción de gracias para tomarnos las estúpidas fotos con los estúpidos suéteres que tanto odio.

Elizabeth abrazó más fuerte a su hija, y se contuvo lo más que pudo para no empezar a llorar también. Le partía el corazón escuchar a Lauren hablar de ese modo, de todo lo que hubiese podido pasar si ella no hubiese salido ilesa del accidente. De solo imaginárselo le daban escalofríos.

— ¿Quién te hubiese regañado cuando no te tomas las pastillas?— Comenzó a señalar Lauren, levantando la voz—. ¿Quién hubiese sido la friendship goals de Normani? ¿Quién hubiese discutido con Dinah porque sea cobalto o sea almirante todos son azul? ¿Quién hubiese acompañado a Camila al gimnasio y la hubiese obligado a esforzarse al máximo?

— Lauren— la detuvo su madre—, no puedes castigarte a ti misma haciendo suposiciones sobre lo que hubiese pasado si no estuvieses aquí. Deja de atormentarte con todos los 'hubiese' y mira a tu alrededor: estás viva, cariño. Tienes una vida maravillosa, eres muy exitosa en lo que haces y estás rodeada de personas que te aman y te apoyan.

La atleta se separó de su madre y comenzó a caminar de un lado a otro en la cocina. Sus pensamientos iban a mil por hora, y sabía que si no trataba de relajarse y pensar en otra cosa, sería cosa de nada para no tener un ataque de pánico. Pero su madre estaba ahí, frente a ella, ofreciéndole todo el apoyo que una persona puede necesitar en una situación como esa. Así que simplemente decidió soltarlo todo.

— Mamá, Camila llora por las mañanas— murmuró. Elizabeth frunció el ceño y miró con atención a su hija.

— ¿Cómo dices?

girls do it better; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora