Capítulo 6

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La ciudad estaba en pleno apogeo cuando salió del edificio, pero por suerte un taxi se detuvo en menos de un minuto —todo un logro, considerando que era la hora de almuerzo de al menos un millón de personas en una ciudad tan grande, que a veces se volvía pequeña con toda la cantidad de gente que transitaba día a día en ella. Le indicó la dirección al taxista y se entretuvo en el camino con su teléfono, contestó algunos mensajes y para cuando estaba por abrir el nuevo juego que había descargado, el vehículo se detuvo por completo. Le pagó al conductor y se acomodó el abrigo antes de salir.

— Buenos días, bienvenida.

Fue recibida por un maître que la condujo a su mesa sin necesidad de preguntarle su nombre; ya comía lo suficiente ahí como para que la mayoría de los empleados las reconocieran a ella y a su amiga. Quien, por cierto, ya la esperaba en la mesa para cuando ella llegó.

— ¡Viniste! Pensé que seguramente ibas a cancelar porque últimamente tienes mucho trabajo.

— Puedo faltar a cualquier cosa menos a nuestro almuerzo del miércoles.

— Es bueno escuchar eso. — Ally sonrió, mostrando su dentadura blanca, y Camila correspondió el gesto.

Allyson Brooke había sido la primera amiga de Camila al llegar a los Estados Unidos, cuatro años atrás. Ally había nacido en Nueva York, hija única y con un pasado bastante turbulento. Su madre había abandonado a su padre cuando ella tenía nueve años de edad, y luego de eso su padre se había refugiado en el alcohol. Llegaba borracho cada día a casa, y Ally siempre era quien recibía los peores castigos; la golpeaba con cualquier cosa que tuviese a la mano, hasta dejarla arrastrándose por el dolor. A los catorce años ya se había vuelto un hábito para ella tener que cubrir las marcas de los golpes y disimular su incomodidad cada vez que alguien la tocaba en alguno de sus golpes. Utilizaba la tarjeta de crédito de su padre para comprar maquillaje y ropa con la que pudiese tapar todo aquello. Claro que cuando él se enteraba, las palizas eran aún más dolorosas... Pero si ya la iba a golpear sin razón alguna, mejor que tuviese una para hacerlo. Y se mantuvo con esa mentalidad hasta los quince años, cuando un incidente lo cambió todo: Ally dejó la cocina encendida y salió con sus amigos, al volver, el fuego estaba consumiendo gran parte de la casa y los vecinos llamaron a los bomberos. El padre de Ally estaba tosiendo en el piso para cuando ella llegó. Su primer instinto fue ayudarlo, pero todo lo que él hizo fue empujarla hasta hacerla caer al piso. Comenzó a golpearla y a culparla por lo sucedido. La policía llegó diez minutos después y se encontró con Ally inconsciente en el piso de la cocina y a su padre mirando al vacío.

Cuando Ally despertó en la habitación del hospital y vio a su padre esposado, por primera vez dejó de sentir miedo de aquel hombre y se hizo escuchar. Tom, el padre de Ally, fue sometido a juicio por todos los años de maltrato que le había propiciado a su hija. Ally ganó el juicio, y su padre se enfrentaría a treinta años de prisión, junto a una orden de alejamiento. Ally al ser menor de edad tuvo que pasar los siguientes años en casas de refugio, porque no quería ser adoptada por ninguna otra familia que la hiciera pasar por lo mismo que la primera.

Ahorró lo suficiente, luego de pasar horas ayudando al dueño de una modesta tienda frente al refugio, y apenas cumplió dieciocho años pudo mudarse a un pequeño apartamento de una habitación. Consiguió una beca para estudiar artes en la universidad, y con un trabajo de medio tiempo, logró mantenerse por su cuenta. Al terminar la carrera, comenzó a dar clases de música en la secundaria y esto le permitió conseguir un apartamento más grande y en una mejor zona, con mayores comodidades. Aunque dar clases no era lo que ella quería: Ally soñaba con poder triunfar en algún musical de Broadway, pero en ninguna de las audiciones a las que se presentaba lograba tener éxito.

girls do it better; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora